El precio de la inflación

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Los banqueros centrales, empezando por el más poderoso de ellos, Jerome Powell, que encabeza la Reserva Federal en Estados Unidos, se equivocaron en su lectura de las primeras señales inflacionarias.

‎Es seguro que la próspera tranquilidad de Jackson Hole, Wyoming, se rompió con la tensión que rodeó la reunión anual de banqueros centrales del 25 al 27 de agosto. Estos últimos son ahora el blanco de todas las críticas, por no haber anticipado el estruendoso regreso de la inflación, al final de la crisis provocada por la pandemia del Covid-19. Se les acusa de haber dejado salir de la jaula de las tasas clave a un monstruo del que ahora no podrían recuperar el control, o solo a un costo exorbitante para las economías.

Es cierto que al fin de cuentas a los bancos centrales se les deba hacer reclamos legítimos por su gestión de la última década. Mucho antes de la era de “lo que cueste” causada por un shock de salud sin precedentes en la era moderna, el mantenimiento de una política de dinero gratis, o casi, mucho después de la crisis financiera de 2008 causó muchas turbulencias. Su eficacia es cuestionable, basta ver sus efectos negativos sobre la desigualdad. Además, la inflación puede haber sido invisible a nivel de los precios al consumidor, pero estaba muy evidente hace meses en el aumento irracional de las acciones y los precios de la vivienda.

No hay duda, también, de que los banqueros centrales, empezando por el más poderoso de ellos, Jerome Powell, que encabeza la Reserva Federal en Estados Unidos, se equivocaron en su lectura de las primeras señales inflacionarias que aparecieron durante el 2021. Invariablemente los presentaban como cíclicos, vinculados a cuellos de botella atribuibles al fuerte repunte económico derivado de la paulatina desaparición de la crisis sanitaria, antes de verse obligados a admitir que se estaban convirtiendo en estructurales.

En su defensa, esta miopía ha sido compartida masivamente. Y el gigantesco plan de estímulo adoptado en 2021 por el Congreso de los Estados Unidos bajo el liderazgo de Joe Biden también ha contribuido poco al control de la inflación en los Estados Unidos. Finalmente, era imposible anticipar la guerra en Ucrania y el acelerador de la inflación planteado por el aumento y la duración de las tensiones sobre los precios de la energía que desencadenó la invasión rusa.

Si bien se deben aprender las lecciones de esta década de dinero mágico, la prioridad ahora debe ser la batalla contra el aumento de precios que ya está alcanzando niveles que son difíciles de sostener en muchos países. Apenas ayer en México se han medido cifras que no veíamos hace 3 décadas y ya hay manifestaciones de la inflación en la mesa de más de la mitad de las familias mexicanas. Y parece que ya no hay alternativa de otro mayor aumento en las tasas para esperar romper esta espiral.

El riesgo es bien conocido. Es probable que este aumento de como consecuencia una cascada de recesiones en varios países. La subida de tipos de la Reserva Federal de Estados Unidos ya ha sido seguida por la contracción del producto interno bruto en los dos primeros trimestres del año, a pesar de que el mercado laboral mostró su resiliencia al completar la destrucción de la caída causada por la pandemia en julio. La desaceleración de los aumentos de precios observada en agosto es, sin embargo, una primera señal alentadora, que aún no se ha confirmado. Entre nosotros, la posibilidad de una recesión podría acabar con nuestra válvula de escape, en la figura de disminución de los niveles récord de ingresos por remesas enviadas por los emigrantes.

México, que ha sido muy veloz en reaccionar, dentro del corral en que la 4T encierra a nuestra economía, se enfrenta al mismo desafío y al mismo riesgo de estanflación. Que nuestra moneda esté ahora encima del dólar, por primera vez en décadas, es un epifenómeno de nuestras dificultades. En todas partes, la amarga píldora del aumento de las tasas tendrá que administrarse con la preocupación de evitar un colapso social que lo haría parecer inaceptable, pero preferible a la inflación fuera de control.




Más noticias

antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez
antonio sanchez gonzalez

Contenido Patrocinado