

Australia ha optado por un enfoque de responsabilidad directa de las plataformas, en lugar de trasladar todo el peso del control a las familias.
La prohibición del uso de redes sociales para menores de 16 años en Australia no es absoluta, aplicaciones consideradas exclusivamente como de mensajería como Whatsapp o Messenger se encuentran fuera del alcance de esta ley. Y como consecuencia estas plataformas se han convertido en el refugio para muchos adolescentes Australianos que buscan mantener contacto virtual con amigos y familiares después del bloqueo de sus perfiles sociales.
De la misma manera, la entrada en vigor de esta nueva ley ha impulsado la descarga de aplicaciones menos conocidas que hasta ahora no se encuentran registradas en la lista de regulación. Las autoridades gubernamentales de Australia reconocen que el catálogo de plataformas afectadas se actualizará a medida que aparezcan nuevos servicios o los usuarios migren hacia espacios digitales alternos.
El congreso Australiano sostiene que la exposición prolongada y temprana a redes sociales trae como consecuencia problemas de ansiedad, baja autoestima, presión social, así como graves riesgos como el ciberacoso o el “grooming” (ciber acoso sexual de parte de un adulto a un menor). El primer ministro Anthony Norman Albanese ha presentado la ley como una manera de “contribuir para que regrese poder a las familias” y establecer un marco legal preciso y claro frente a unas plataformas digitales que, desde su punto de vista, han reaccionado con lentitud frente a los graves daños asociados por su uso en los menores de edad.
Por supuesto que la implementación de esta ley, no se ha encontrado exenta de tensiones. Algunos niños publicaron crueles mensajes de despedida poco antes de que sus perfiles fueran bloqueados; mientras que otros recurrieron a estrategias para burlar los controles de edad. Padres y hermanos mayores también aparecen como potenciales cómplices intermediarios para esquivar las restricciones, algo que las autoridades han asumido como una limitación práctica del sistema.
Esta ley se aplica después de un intenso debate, en el que siempre estuvo presente la posibilidad de aplicar un veto efectivo a redes sociales profundamente integradas en la vida cotidiana. Australia ha optado por un enfoque de responsabilidad directa de las plataformas, en lugar de trasladar todo el peso del control a las familias.
Los gobiernos de Dinamarca, Nueva Zelanda y Malasia ya se han manifestado con bastante interés por estudiar el modelo Australiano. Las empresas de tecnología ven esta medida como un precedente muy relevante para orientar sus políticas de permanencia en el mercado; aunque los menores de 16 años generan pocos ingresos publicitarios directos, si son representativos de una cartera determinante de futuros usuarios. Con el 86% de jóvenes australianos entre 8 y 15 años utilizando redes sociales hasta antes de la prohibición, resulta muy significativo el impacto estructural.
Por su parte el Gobierno de Australia reconoce que la prohibición no es perfecta y que su éxito va a depender tanto de ajustes continuos como de seguimiento regulatorio. Australia se ha convertido en el centro del debate mundial sobre cómo regular el ecosistema digital y hasta que punto los Gobiernos pueden intervenir para limitar el acceso a las redes sociales por parte de los menores de edad; esto sin detener o paralizar un entorno tecnológico en evolución constante.