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Huberto Meléndez Martínez

Una confidencia campirana

Una confidencia campirana

Huberto Meléndez Martínez.

Era inesperada la noticia porque todos esperaban recibir una respuesta favorable pues el alcalde en diversos asuntos les había apoyado y fortalecido el desarrollo comunitario con diversas obras.

Huberto Meléndez Martínez
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13 de agosto 2024

A Don Gabino Ramirez (+) y J Jesús Rangel de la Paz, con particular reconocimiento.

La asamblea en pleno quedó en silencio al escuchar la respuesta en voz del Presidente del Comisariado Ejidal: “Hay qué pagar. El Presidente Municipal explicó que no podía subsidiarse este impuesto”.

Era inesperada la noticia porque todos esperaban recibir una respuesta favorable pues el alcalde en diversos asuntos les había apoyado y fortalecido el desarrollo comunitario con diversas obras.

“Ni qué hablar, compañeros, a pagar este tributo por roce de pastos de nuestro ganado. Acérquese con el tesorero para definir su plazo de pago, porque debe quedar cubierto este mismo mes”. Expuso el Secretario de Actas y Acuerdos.

Varios asambleístas refunfuñaron generando un murmullo que creció y fue detenido por quien presidía la reunión, convocando al orden con voz fuerte e imponente.

“Cualquier aclaración que necesiten hacer sobre el número de vacas de vientre, en caso de ser menos que el año pasado, derivado de la última sequía, expónganlo ante el tesorero. Sólo que sea una cantidad considerable, díganlo a los presentes para ver si se aprueba el ajuste”.

Se levantó una mano entre la concurrencia.

“Adelante, señor”

“Pues quisiera decirles que sería bueno que en esta ocasión me consideren el costo por 10 vacas. Pues pagaba por 20, pero ya saben ustedes que en esta sequía tuve una mortalidad de casi 50 animarles, así que por favor me hagan el ajuste”.

Se escucharon algunas risas mordaces al fondo del salón, entre lo más oscuro de la estancia.

“!Orden por favor, orden!”

“¿Opiniones sobre el asunto que plantea el compañero?”

Silencio…

“De no haber contras, levanten la mano quienes estén de acuerdo en hacer ese arreglo.”

Se levantó mayoría de manos, acompañada de otro murmullo inconforme.

-“Don Chicho quiere opinar algo. Adelante”.

Don Narciso, un hombre con solvencia moral reconocida tomó la palabra poniéndose de pie, sombrero en mano.

“Señores:.. Recibir el beneficio del roce de pasto, genera obligaciones y hay qué cumplirlas. Yo tengo una vaca. Saben que no tengo más. El año pasado ustedes me condonaron el impuesto, pero díganme si también este año. Estoy a sus órdenes. Aunque tengo que decirles que debemos hablar con la verdad. Sería muy costoso hacer un inventario del ganado que tiene cada uno de nosotros, porque tendríamos que contratar vaqueros por varios días, encerrar los animales de cada quien para hacer un registro más acertado. Eso es muy difícil, así que sólo debemos confiar en la palabra de los ganaderos, al manifestar la cantidades que tienen.”

Uno de los ejidatarios comentó en voz baja con el maestro de la escuela que los acompañaba esa noche: “¿Cómo ve, profe? Las mentiras que decimos y que a veces damos crédito entre nosotros. Nos falta conciencia, honestidad, entendimiento para vivir mejor, pero así somos aquí. Casi todos mentimos cuando nos piden información que creemos atenta a los intereses propios.”

Es lamentable, conmovedor y hasta exasperante lo que se vive cotidianamente en muchas comunidades rurales.

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