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Huberto Meléndez Martínez

¿Un gran salario?

¿Un gran salario?

Huberto Meléndez Martínez.

Doscientos cincuenta pesos semanales parecían ser demasiado, así que lo primero que hizo fue ir el domingo a surtir una buena despensa para su familia, a comprar un par de zapatos nuevos.

Huberto Meléndez Martínez
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22 de octubre 2024

Al primo Julián Laredo Meléndez (QEPD).

Era admirable su condición física, aunado a un carácter jovial, alegre, espontáneo y franco. Se le escuchaba silbar las canciones de moda cuando andaba por el breñal pastando las cabras de la familia, siempre optimista y cuidadoso con lo que hacía.

Sabía andar en el barbecho tras las mulas, haciendo el volteo de la tierra con el arado, la voz de trueno corregía el rumbo de los animales cuando se detenían un poco o querían tomar otra dirección a la prevista en la línea del surco.

Trepado en algún burro viajaba de la majada en donde vivía, a la tienda del rancho y aprovechaba para visitar a sus abuelos Petra y Pedro, así como a los tíos y primos. En el trato atento mostraba el gran afecto que sentía por ellos ganándose la admiración y reconocimiento de todos: los menores lo veían con admiración y era el consentido de las tías porque siempre estaba dispuesto a atender alguna encomienda, hacer algún favor.

Ponía especial atención en las respuestas de las preguntas que le gustaba hacer al abuelito Pedro. Generalmente sobre el clima, al temporal y a los diversos asuntos agrícolas referentes al tiempo de siembra, escarda, tiempo de cosecha, etc. “Los viejitos son sabios”, afirmaba.

Pronto fue invitado a formar parte del equipo de béisbol de la comunidad en donde se puso de manifiesto su fuerza y agilidad. Rompió récord de tiempo para recorrer las bases y por su gran zancada lo colocaban en la posición de jardinero central.

Como todo joven hijo de familia trabajadora, sus ocupaciones eran las tradicionales hasta que corrió la noticia de que se iba a ocupar personal en la apertura de la mina de oro “El Socorro”.

Con facilidad lo contrataron porque sabían de su disposición y eficiencia para trabajar.

¿En qué iba a gastar el dinero de su sueldo? Se antojaba pensar que era demasiado, dado su estilo de vida como soltero e hijo de familia. Se le veía eventualmente viajando a Concepción del Oro para ir al cine, comprar alguna historieta en el puesto de revistas o estrenar otro sombrero.

Doscientos cincuenta pesos semanales parecían ser demasiado, así que lo primero que hizo fue ir el domingo a surtir una buena despensa para su familia, a comprar un par de zapatos nuevos. No serían de “suela de llanta”, tampoco de los ordinarios que la gente adquiría al interior del mercado. Decidido entró a la casa de “Los Sánchez” por unos zapatos “Cánada”, en su tiempo la mejor marca comercial.

Vendió la bicicleta viejita y llegó con una de modelo reciente. Brillaban sus colores a la luz del sol y algunas micas fluorescentes que se veían por la noche al reflejo de la luna llena.

A fin de cuentas no completó para comprar los anhelados spikes para el beis, pues advirtió que cuando las personas crecen, aumentan también las necesidades para la sobrevivencia.

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