Partidocracia, el mal a vencer

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

Un gobernador (Héctor Astudillo) del PRI evitó la judicialización de una denuncia de violación de un antes perredista y ahora de Morena, Salgado Macedonio. Un empresario preso en Estados Unidos declaró ante tribunales haber recibido la indicación de un gobernador del PRI (Tomás Yarrington) de financiar a un panista (García Cabeza de Vaca) en su … Leer más

Un gobernador (Héctor Astudillo) del PRI evitó la judicialización de una denuncia de violación de un antes perredista y ahora de Morena, Salgado Macedonio. Un empresario preso en Estados Unidos declaró ante tribunales haber recibido la indicación de un gobernador del PRI (Tomás Yarrington) de financiar a un panista (García Cabeza de Vaca) en su aspiración electoral municipal; entonces, efecto partidocrático.

La #CuartaTransformación debe partir de que los partidos políticos son objetos y no sujetos del cambio en las condiciones en las que existen, el viejo régimen primero se sostuvo en el dominio del PRI y una vez agotada esa etapa, logró prolongarse gestando la partidocracia, entendida como la exclusión de las militancias de los partidos de las decisiones reales a partir del acuerdo inicialmente secreto entre Salinas De Gortari, la cúpula empresarial y un núcleo de notables panistas, acuerdo celebrado en la lujosa mansión de Juan Sánchez Navarro y bajo la diligencia operativa de Manuel Camacho Solís, en julio de 1988.

Vendría enseguida una etapa de co-gobierno entre las cúpulas del PRI y del PAN que de común acuerdo aprobarían las privatizaciones de empresas públicas, con su cauda de corrupción, las reformas constitucionales y legales exigidas por el capitalismo financiero internacional, Fobaproa y reformas para incentivar la corrupción al interior de los partidos políticos entregándoles enormes sumas de dinero. Así se incubó la partidocracia versión México.

Morena es ejemplo viviente del vigor de la partidocracia porque pudiendo aprovechar el formidable respaldo ciudadano al partido como efecto del apoyo al presidente de la Republica para colocar sus abundantes perfiles con prestigio social por décadas de lucha honesta, su rechazo militante al hábito de enriquecerse en la política y su identificación cabal con los anhelos mayoritarios, la cúpula cuya cara visible es Mario Delgado, está a punto de culminar una operación de exclusión de los fundadores de Morena para remplazarlos con cazadores de candidaturas, vengan de donde vengan, aunque se trate de oportunistas socialmente despreciados o de individualidades bajo sospecha de corrupción, poniendo en desventaja a los que con sinceridad respaldamos las duras batallas encabezadas por López Obrador por la erradicación de la corrupción pública, la recuperación de las riquezas naturales usufructuadas por el capital extranjero sin beneficio para los mexicanos y la preservación de las libertades.

Con los bueyes que hay que arar

Si en Morena eso lo nota hasta un niño de preescolar es por su indiscutido poderío electoral, pero la partidocracia hace de las suyas en la totalidad de partidos, solo que, a diferencia de la militancia real de Morena, para ellos “así es la política” y quien no comparte eso es un “idealista” en el sentido de ingenuo.

El secreto del éxito de la partidocracia estriba en que no necesita de elementos convencidos para proselitismo electoral, el trabajo de convencimiento se remunera con dinero, con acceso o permanencia en un empleo.

Pasó la época en que representar al partido en casilla de votación, repartir volantes y pintar bardas, perifonear y realizar mítines relámpagos eran actividades de voluntarios inspirados en un ideal y motivados por la admiración que les inspira el candidato, desde que todo se paga, el que anda activo puede pensar lo peor del candidato que apoya mientras no le falten su gratificación, tampoco necesita argumentos adquiridos en lectura, le basta disponer de “apoyos” que repartir o de promesas falsas que esparcir en nombre del candidato.

Peregrinar de un partido a otros no es la salida, no hay uno solo en donde las cúpulas no se impongan, el chapulinismo es causa y efecto de debacle moral, son contados los que transitan de un partido a otro con legitimidad.

Tampoco sirve sucumbir ante la decepción y retirarse de la política para ceder el lugar a los que la pudren. Es una falsedad la idea de que “sin puesto no puedo servir” porque si bien es cierto que hay quienes sin un cargo no existen políticamente, los que son de verdad siguen generando vientos de cambio, resistiendo, estimulando la revolución de las conciencias.

A mecate corto

La partidocracia confeccionará una vez más el menú electoral en 2021; se colarán (soy optimista) algunas opciones respetables.

¿Qué hacer pare eludir la falsa disyuntiva entre la sumisión indigna y la deserción activa o pasiva? Habrá quienes vean en las migajas su salida y convaliden lo que antes reprocharon.

Ojalá sean los menos y la mayoría se disponga a poner por delante los principios, y con su labor concientizadora aporte a la entrada en escena de una ciudadanía vigilante y exigente, capaz de traer a “mecate corto” a los que gobiernen y legislen, sean del partido que sean, mientras llevamos a bien morir a la infausta partidocracia heredada del truculento salinismo.

Nos encontramos el jueves en El Recreo.




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