De Lamberto Quintero a García Luna

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

¿Cómo llegamos los zacatecanos al actual nivel de inseguridad? ¿cómo se gestó la impotencia gubernamental para lidiar con la delincuencia?. El ciclo empezó hace más o menos 50 años, desde la segunda mitad de los años setenta Zacatecas registra cultivo y trasiego de la droga, fue en la década de los ochenta cuando se vivió … Leer más

¿Cómo llegamos los zacatecanos al actual nivel de inseguridad? ¿cómo se gestó la impotencia gubernamental para lidiar con la delincuencia?. El ciclo empezó hace más o menos 50 años, desde la segunda mitad de los años setenta Zacatecas registra cultivo y trasiego de la droga, fue en la década de los ochenta cuando se vivió el auge de sembradíos de marihuana casi a la vista de todos, hasta que se desmanteló al Cártel de Guadalajara que aquí había sentado sus reales bajo la supervisión directa de Rafael Caro Quintero. La siguiente etapa que ubicamos en los años noventa se caracterizó por las pistas clandestinas para aeronaves procedentes de Colombia cargadas de cocaína, todo esto, previo a las consecuencias que padecimos en el estado tras la declaración de la guerra contra el Narcotráfico de Felipe Calderón.

Durante esos años, en distintas regiones del estado adquirieron notoriedad apellidos asociados a la siembra y trasiego de marihuana, la fama pública no significó ningún problema para los personajes destacados, la tolerancia social a su quehacer los integraba a los núcleos sociales del entorno, contribuían a festividades religiosas y no se hacían del rogar para aportar para una escuela o para edificar una capilla; la gente común no se sentía amenazada, no secuestraban ni extorsionaban, las bandas resolvían sus diferencias sin meterse con la gente ajena al negocio, el hecho de que el destino final de la droga fueran los consumidores en Estados Unidos y que en nuestro entorno las adicciones fueran en niveles irrelevantes nos provocaba un especie de “allá ellos”.

La permisividad social era también de las autoridades locales y municipales, había respeto mutuo implícito, el cultivo y el trasiego de la droga eran parte de la normalidad que se conocía y se simulaba desconocer, si acaso de vez en vez algún hecho ponía en boca de todos este acontecer (descubrimiento de un laboratorio clandestino en El Orito). Pero en los noventa suben de tono episodios asociados al narco (el extraño suicidio de un jefe de la Judicial Federal en el cerro de La Bufa o la captura de un cargamento de 12 toneladas de cocaína en un avión procedente de Colombia que aterrizó en Sombrerete.

Durante el período previo a la Guerra de Calderón, los sucesivos gobiernos estatales y municipales se hicieron a la idea de que siendo el narcotráfico de jurisdicción federal, corresponde al gobierno federal lidiar en exclusiva con el problema.

En cierto modo tenían razón, “mientras a la gente ajena a esos negocios no se les moleste no nos metemos con ellos”, se pensaba.

Ciclo García Luna

Surgen fosas clandestinas, desapariciones, cuerpos desmembrados con sierras eléctricas, hieleras con cabezas humanas, cobros de “derecho de piso” de negocios establecidos, las ferias entran a la esfera de control de “los malos”, nuevas “alternativas laborales” para los jodidos (“burrero” “halcón” “sicario”), etcétera.

Se desvanecía la creencia equívoca de que solo los que se metían a esas actividades vivían en riesgo, en adelante nadie está a salvo se dedique a lo que se dedique, el entonces obispo Carlos Cabrero salvó la vida por portar el alzacuellos del que frecuentemente prescindía cuando acudía a Monte Escobedo. La lista de víctimas se engrosó con comerciantes, transportistas, abogados, agentes de Ministerio Público, funcionarios penitenciarios, miembros de cuerpos policíacos municipales y estatales ganaderos, estudiantes, profesores y población en general.

El crimen organizado sabe operar a la luz del día para mandar su mensaje de miedo, como recientemente lo hizo en Valparaíso con su desfile de vehículos con hombres armados, pero su acción verdaderamente peligrosa es silenciosa, oscura, así se instaló como manzana podrida en la Secretaría de Seguridad Pública del estado de Zacatecas, en los ayuntamientos, en la entonces Procuraduría General de Justicia, en la vida pública local y desde entonces ahí permanece.

Ciclo García Luna

Así como la mayoría de la población no participa en actividades criminales, la mayoría de los policías son honestos, en cada lugar del territorio las contadas manzanas podridas son identificadas por la gente de su entorno, algo que sucede solamente en los lugares donde no hay acciones de la autoridad que los obligue al secretismo extremo.

El régimen local es rehén de la delincuencia desde el ciclo García Luna, involuntariamente lo reconocen los que dispusieron ocultar la identidad del director y subdirector del Penal de Cieneguillas.

Para los zacatecanos, a diferencia de los yucatecos, la madre de todas las crisis es la de seguridad, sin cuando menos atenuarla.

Hay muchos pasos por dar: el primero es eliminar manzanas podridas, sin actos suicidas, pero sin aversión al riesgo conjugando política social, prevención, reinserción social y la investigación del delito.

La omisión es suicida.

[email protected] | @luismedinalizal




Más noticias


Contenido Patrocinado