La llegada del Espíritu Santo sobre los apóstoles
Pentecostés es efusión definitiva del Espíritu para la misión de la Iglesia.
Pentecostés es efusión definitiva del Espíritu para la misión de la Iglesia.
La experiencia que hemos vivido ha sido difícil y llena de retos. Hemos visto morir gente muy cercana y nuestro amor propio ha sido golpeado y herido.
Cada pueblo escribe la historia de sus luchas y aspiraciones. En ellas se plasman los ideales que mueven libertades y voluntades.
Las dudas y preguntas sobre el ‘más allá’ tienen la respuesta en Jesucristo.
La sabiduría popular expresa en frases cortas lo que puede significar una puerta.
Los cristianos resucitados estamos llamados y urgidos a ser servidores y constructores de esperanza; a mirar tan lejos como la fe en el Señor alcance para transformar y trascender.
Nuestro tiempo está necesitado y urgido de fuentes creíbles e inagotables de esperanza, alegría y paz.
El tiempo pascual irá poniendo a nuestro alcance la riqueza y los dones del Resucitado y de su Espíritu.
Jesús en el dramático acontecimiento del Gólgota, nos muestra la pasión de morir por nuestra salvación; la pasión de vivir por una causa y la pasión de morir por ella no se pueden separar.
Cuando la cruda realidad de la enfermedad y la muerte toca a los nuestros, los valores que sostienen y dan sentido a la vida son sometidos a la más difícil de las prueba.
Recuperar la fe perdida, desempolvar la fe guardada y decidirse a seguir a Jesús por el camino es lo mejor que nos puede pasar en tiempos de oscuridades, desconciertos e incertidumbres.
El presente y futuro de la Iglesia depende de que no se seque en nosotros lo que significa el agua bautismal.