¡Felices Pascuas de Resurrección!

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

El tiempo pascual irá poniendo a nuestro alcance la riqueza y los dones del Resucitado y de su Espíritu.

El Domingo pasado nos saludamos con las palabras que anuncian el acontecimiento trascendental que ha marcado, marca y marcará la historia humana: ¡El Señor Resucitó! ¡Felices Pascuas de Resurrección! Es el día sin ocaso que hizo el Señor. Desde entonces podemos saludarnos y desearnos, con infinita confianza: ¡Buenos días te dé Dios! ¡Buena mañana de resurrección!

La liturgia de ese día y los cincuenta que le siguen lo celebra y expresa con aleluyas, cantos, danzas, flores, luces y todo lo que contribuye a irradiar el gozo de sabernos amados por Dios y de tener la garantía de la victoria final. La Pascua es la manifestación suprema de lo que tanto amó y ama Dios al mundo. Abre al máximo el horizonte del cumplimiento de la esperanza humana y garantiza el sentido pleno de la vida y de todo lo que hay en ella. Es la fiesta que da sentido a todas las fiestas de la vida y anuncia la fiesta sin fin con el banquete sin fin; el cielo soñado con los anhelos humanos cumplidos, llenos hasta el borde. El tiempo pascual irá poniendo a nuestro alcance la riqueza y los dones del Resucitado y de su Espíritu.

Celebramos la Pascua del Señor en días que no parecen tan buenos por las secuelas de la pandemia y la inseguridad causada por la violencia y las insuficientes estrategias para combatirla… Ante las situaciones de sufrimiento y de maldad, la celebración de la Pascua nos da la confianza de la presencia del Señor que ilumina nuestro camino y enciende el corazón para seguir trabajando por la paz; hace que el amor compasivo sea fecundo y que las comedias y tragedias de la vida sean pasajeras. Con Él sabemos que el sufrimiento, la enfermedad y la muerte no tienen ni tendrán la última palabra.

La fiesta de la Pascua del Señor es muy rica en elementos que pueden alimentar la vida cristiana en cualquier circunstancia. Entre otros, sobresalen: la esperanza que nos anima, capacita y dinamiza para vivir con sentido toda nuestra existencia; la libertad en la verdad y el amor que vence los muros de las esclavitudes y deja que el corazón humano se haga responsable de sus decisiones; la alegría que es explosión de un corazón sanado, que se sabe salvado y enviado a irradiarla. Desde luego, la paz que brota del corazón de quien se sabe amado y redimido y está dispuesto a hacerla visible en todos los ambientes.

Celebremos y hagamos fiesta. Nuestro futuro es la Vida sin fin conseguida por el Señor Resucitado. En este gran día les deseo una esperanza firme, una auténtica libertad, un gozo que nadie se los pueda arrebatar, una verdadera y duradera paz.

¡Felices Pascuas de Resurrección!




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