No es la gripe

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

Para la mayoría de nosotros la pandemia de coronavirus comenzó en marzo de 2020 con la instrucción de permanecer refugiados en casa. Nos enmascaramos y nos enguantamos y nos abastecimos de víveres de los estantes agotados de los supermercados, con la esperanza de que lo peor terminaría antes de quedarnos sin papel del baño. Esperanzados, … Leer más

Para la mayoría de nosotros la pandemia de coronavirus comenzó en marzo de 2020 con la instrucción de permanecer refugiados en casa. Nos enmascaramos y nos enguantamos y nos abastecimos de víveres de los estantes agotados de los supermercados, con la esperanza de que lo peor terminaría antes de quedarnos sin papel del baño.

Esperanzados, esperábamos lo que nos dijeron acerca de que el virus se chamuscaría con el calor y se habría ido para la primavera y el verano, y la normalidad volvería. Covid-19 sería sólo un mal recuerdo. No había de qué preocuparse. Las pruebas -pruebas, pruebas- eran una exageración y no se necesitaban.

Algunos perdieron sus trabajos. Otros trabajaban desde casa cuando podían. Otros buscaron adaptarse y trabajaron como socorristas, taxistas o haciendo pasteles, esperando y preguntándose qué traerían el verano y el otoño. ¿Podrían reabrir las empresas? ¿Irían los niños a la escuela? ¿Cómo haríamos malabarismos con el aprendizaje a distancia, el home office y los abuelos vulnerables enclaustrados a piedra y lodo o arriesgándose, tratando de ayudar a traer dinero a la casa? Eso fue entonces.

Esto es ahora, y todavía es entonces. Al entrar en el tercer pico de la curva sin fin, nada se quemó. Todavía estamos esperando.

El concepto de fatiga Covid es ahora la realidad. Estamos enfermos y cansados. Muchos nos hemos adormecido ante las narrativas vitriólicas entre los políticos y los respetados asesores científicos que disertan en las redes sociales. Las recomendaciones han sido divisivas e inconsistentes, y no es de extrañar que la gente se haya vuelto en indiferente a las recomendaciones de los profesionales acreditados.

Es bien conocido desde que el virus fue identificado que se propaga por contacto de persona a persona. Hay circunstancias inusuales en las que el virus puede sobrevivir encima de un mostrador, en el pomo de la puerta o el teclado, pero estas son situaciones que los médicos sabemos que son menos amenazantes.

Pero después de saberse que los vecinos se infectaron en la iglesia, o los conocidos en un evento deportivo, en una boda, en un funeral, en un mitin político o en una reunión de la ciudad, claro está que la exposición continua a alguien con la infección, pero sin síntomas podría ponernos la vida en riesgo.

Pero ahora las directrices de los Centros para el Control de Enfermedades de los Estados Unidos sugieren con datos convincentes que el contacto breve con individuos que son Covid positivos nos pone en riesgo de ser infectados. Ante la falta de una política basada en pruebas para distinguir infectados y el rastreo de sus contactos, esto subraya la importancia de distanciarnos de los extraños y ser especialmente conscientes de los riesgos de estar en multitudes o en pequeñas reuniones familiares.

Con el inicio del invierno y la temporada de vacaciones en el horizonte, el futuro pertenece a los preparados, los informados. Esto no es la gripe ni es un inconveniente menor, y cada uno estará tomando decisiones que pueden afectarle personalmente y a los que están dentro de su burbuja familiar.

¿Tenemos a todos para el intercambio de regalos? ¿Volamos para asistir al funeral de un cuñado? ¿La Navidad? ¿Volvemos a la oficina y nos refugiamos en un cubículo? ¿Podemos cortarnos el pelo o ir a la lavandería? No son cuestiones triviales. Ante la falta de pruebas y rastreo de contactos, estos son asuntos de vida o muerte.

*Médico




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