Cambió el mundo

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

En entrevista en 2018 con el Financial Times, Kissinger describió a Donald Trump como una de esas figuras “que a veces aparecen en la historia, sin darse cuenta, para marcar el final de una era”. En el momento en el que escribo, los estados del cinturón del óxido de los Estados Unidos, Michigan, Pensilvania, Wisconsin, contaban sus … Leer más

En entrevista en 2018 con el Financial Times, Kissinger describió a Donald Trump

como una de esas figuras “que a veces aparecen en la historia,

sin darse cuenta, para marcar el final de una era”.

En el momento en el que escribo, los estados del cinturón del óxido de los Estados Unidos, Michigan, Pensilvania, Wisconsin, contaban sus últimas papeletas para decidir una elección mucho más estrecha de lo que los expertos predijeron. Una vez más, la elección será determinada por los votantes de la clase obrera blanca alguna vez simpatizantes del Partido Demócrata, víctimas de la competencia asiática y la desindustrialización, que dieron la victoria hace cuatro años a Donald Trump, sensibles a su retórica proteccionista y antiglobalización, en contraste con el discurso de libre comercio de ambos partidos.

Si el cómputo final favorece a Biden, los años de Trump y esta elección dejarán un legado que no debería dejar indiferente al mundo. Ganador o derrotado, Donald Trump habrá cambiado el mundo y la relación de Estados Unidos con él. Ha servido como acelerador y personificación de tendencias profundas. Estados Unidos abandona gradualmente su universalismo, comportándose como una potencia normal, defendiendo sus intereses en un escenario internacional fragmentado, en un sistema multilateral inoperante, asumiendo el fin de las esperanzas de la globalización y la era post Guerra Fría. En Oriente Medio, en Asia, en la relación transatlántica, habrá destrozado mitos y las costumbres diplomáticas. En muchos temas, los años de Trump influirán en los de Biden.

Joe Biden criticó el historial de política exterior de Trump, culpándolo de su hostilidad a las alianzas tradicionales y su cercanía a los adversarios autoritarios de Estados Unidos, como Rusia. Sin duda, las próximas semanas de una Administración Biden marcarían una mejora en las relaciones transatlánticas: un retorno al acuerdo climático de París, un discurso importante sobre los valores comunes, la OTAN y México. El candidato Biden incluso prometió celebrar una “cumbre de democracias” en los primeros meses de su mandato. Su administración no mostraría la hostilidad ideológica hacia la Unión Europea expresada por el presidente Trump. Si bien las disputas comerciales continuarán, probablemente no veremos la misma utilización de armas arancelarias en las relaciones bilaterales. Sin embargo, el nuevo mapa electoral de Estados Unidos y el éxito de los candidatos populistas, desde Trump hasta Bernie Sanders, han obligado a las élites estadounidenses a darse cuenta de las consecuencias negativas de los acuerdos de libre comercio en algunas regiones.

¿Quién puede dudar de que las políticas de Donald Trump han sido como un puñetazo en el tablero de las relaciones internacionales? Por ejemplo, muchos predijeron un estallido regional si Jerusalén era reconocida como la capital de Israel. Ese no fue el caso. El método transaccional establecido con Irán, brutalmente demostrado con el asesinato en público del general Soleimani, posiblemente funcionan mejor que las políticas de sus predecesores, tal vez a costa de los palestinos. Igualmente, la presidencia de Trump habrá revelado los límites de la relación transatlántica, en sentido inverso del marcado desinterés de Obama en Europa y sus problemas de seguridad; y el mandato de Trump habrá puesto fin al mito de la posible convivencia con China que habría seguido la liberalización económica del país. Igualmente, la relación entre Estados Unidos y México no será igual nunca más.

Pero, todo este cuento demuestra que, más allá de la huella de Trump en el contexto de las relaciones internacionales, está claro que el resto del mundo no debería dejar la seguridad de sus ciudadanos en manos de unas pocas decenas de miles de votantes de Pensilvania cada cuatro años.

*Médico




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