Río Grande, paso de lucha 

La crítica situación de las haciendas, la explotación de los mineros, la miseria en el sustento de los trabajadores y la nula respuesta del gobierno en turno fue el detonante para que nuestros hermanos mexicanos iniciaran un duro, pero difícil trance civil: la Revolución Mexicana de 1910. Con estos sucesos y hostilidades se enmarcarían infinidad … Leer más

La crítica situación de las haciendas, la explotación de los mineros, la miseria en el sustento de los trabajadores y la nula respuesta del gobierno en turno fue el detonante para que nuestros hermanos mexicanos iniciaran un duro, pero difícil trance civil: la Revolución Mexicana de 1910.

Con estos sucesos y hostilidades se enmarcarían infinidad de páginas de la historia en nuestro pueblo, en el que indudablemente los protagonistas seríamos nosotros mismos.

Es así como inicia el peregrinar de Maximino Hurtado, un ciudadano pueblerino que con la esperanza de ver edificada una patria más justa y más libre, se involucraría con la División del Centro, librando batallas en los estados de Zacatecas, Coahuila y Durango. 

Río Grande fue escenario de relevantes acontecimientos; el más notable sin duda alguna lo fue la batalla de Tetillas.

Se trata de un lapso hostil cubierto por personajes  que derramaron sangre, así como una angustia  en la población civil.

La Hacienda  de Tetillas, ubicada al sur de nuestro  municipio, fue escenario de una épica e histórica batalla.

Es la División del Centro la que dejaría su huella con sangre a su paso el 26 de julio de 1913, cegando la vida de 500 militares del ejército huertista, que osaron detener su paso por el camino real Torreón-Zacatecas.

Después del apoyo al general Eulalio Gutiérrez en la batalla del 15 de julio de 1913, en la estación Mancha, Coahuila, el Ejército Constitucionalista se replegó hacia Río Grande.

Los hombres estaban al mando del capitán segundo Germán Aldaba y comandante del primer  escuadrón perteneciente al segundo regimiento de la Brigada Bañuelos.

Esas fuerzas pertenecieran a la División del Centro, que lideraba el general Pánfilo Natera García.

El día 26 por la mañana, 500 federales llegaron a la hacienda con la finalidad de eliminar la amenaza que se cernía en contra del gobierno de Victoriano Huerta.

Estratégicamente, deciden emboscarlos a los revolucionarios, de quienes esperaron pacientes su arribo por el paso natural.

La columna de constitucionalistas entró por la calle principal del lugar, que va a desembocar a la puerta.
Toda la élite de la División del Centro se hizo presente; marcha al frente el capitán Germán Aldaba, el mayor de caballería Maximino Hurtado, el general Canuto Reyes y el teniente de caballería, Victoriano Muro Salas.

El ejército temerario era precedido de la unión devastadora que mostraban a su paso por los pueblos.

Maximino Hurtado, originario de Río Grande, lidera con cautela a los recién sumados en su terruño, consciente del peligro que se cernía en la silenciosa y enigmática hacienda.

Momentos más tarde, se desencadenó la batalla   aún recordada por muchos lugareños.

A las 5:30 de la tarde, a campo abierto en las faldas de  los cerros de Santiago y Gordo, los federales se verían copados por todos los frentes sin posibilidad de huir.

La sagacidad  de los revolucionarios los inclina a formar una pinza sobre sus enemigos, estrategia que a las 6 de la tarde resultó ser una inteligente y letal estrategia.

La táctica fue una terrible sorpresa para los federales, quienes, sin salir de su asombro, a duras penas se defendieron de sus perseguidores.

Los riograndenses sumados, así como del mayor Maximino Hurtado, salieron bien librados de esa batalla, prestos a protagonizar la Toma de Zacatecas de 1914.

El reconocimiento
Hurtado es quizá el único revolucionario riograndense reconocido por la Secretaría de la Defensa Nacional como veterano de la Revolución.

En su trayectoria, destacan las flamantes campañas y acciones de armas.

Con el transcurso del tiempo se involucró en la política local, de manera que a los 42 años se convirtió en alcalde suplente de Río Grande, de 1930 a 1931.

Su administración destacó por solucionar los problemas que se habían presentado en su periodo. En ese entonces vivía con su única hija, Antonia, de 22 años de edad.

Inmerso en la política de la región y del estado vería sus últimos días.

Imagen Zacatecas – José Arturo Castillo




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