Y después, ¿qué? ¿Quiénes?

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

Después de dos meses de encierro voluntario y obligado, desconcierto e incertidumbre, pérdidas y confusiones, empezamos a mirar hacia nuestro futuro próximo con esperanza y, al mismo tiempo, con ciertas dudas. Aunque vayamos a ir, poco a poco, recuperando tiempos y espacios, hay señales de que podemos acercamos a ‘una nueva normalidad’. Esperamos que la … Leer más

Después de dos meses de encierro voluntario y obligado, desconcierto e incertidumbre, pérdidas y confusiones, empezamos a mirar hacia nuestro futuro próximo con esperanza y, al mismo tiempo, con ciertas dudas.

Aunque vayamos a ir, poco a poco, recuperando tiempos y espacios, hay señales de que podemos acercamos a ‘una nueva normalidad’. Esperamos que la tremenda sacudida del coronavirus siga provocando reflexión e interiorización de los valores que sostienen la convivencia humana.

Hemos estado viviendo esta situación crítica en Cuaresma y Pascua. No concibo un tiempo cuaresmal sin purificación del interior y un tiempo de Pascua sin que genere vida. Dar la batalla y vencer definitivamente la muerte no es cualquier cosa. La victoria de Jesucristo es la garantía del futuro sin fin para quien lo ha aceptado como su Señor. Estos tiempos litúrgicos potencian un espíritu de esperanza que nos invita a mirar con confianza serena que el horizonte de todo ser humano es de plenitud. ¡No tengamos miedo! Sabemos de dónde venimos, a dónde vamos, qué camino andamos y con quién lo recorremos.

Creerlo, aceptarlo, celebrarlo y testimoniarlo es una tarea siempre desafiante para el cristiano que vive en tiempos que invitan a replantear fundamentos, convicciones y jerarquía de valores. El ambiente cultural que nos cobija parece quedarse corto en el futuro que desea y prepara. El mercado que ofrece está lleno de dudas porque se basa solo en los cálculos del mismo mercado… y en sus propias fuerzas.

Los primeros cristianos se hicieron las mismas preguntas que todo ser humano se hace en situación de crisis: ¿Por qué la tribulación? ¿Qué sentido tiene luchar cada día? ¿Qué es primero la salud y/o la economía? ¿Quién asume la responsabilidad de los males en el mundo? ¿Hasta dónde llega el poder del poder? ¿Por qué tener que morir?

Son preguntas que subyacen en los interrogantes gritados por quienes se enfrentan con el micro ‘enemigo invisible’.
Encontrarse con la persona de Jesucristo debe significar el encuentro con la verdad viva y vivificadora. El camino de la fe tendrá que pasar por la cruz de las sombras, del desprendimiento y de… las despedidas.

El ambiente que se respira al escuchar el Evangelio de este domingo es de orfandad, indefensión y desamparo; y al mismo tiempo, de esperanza, confianza y seguridad. Las palabras de Jesús iluminan, animan y fortalecen. Todo sucede en un ambiente fraternal de despedida y de un futuro incierto: “Ya no me verán…” “Si me aman cumplirán mis mandamientos…” “Les daré un Paráclito (defensor) que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad”. El Señor Jesús les garantiza su presencia, acompañamiento y defensa. Esto será lo importante en el caminar juntos y en el futuro próximo y el definitivo.

El regalo del Espíritu de verdad no puede ser más oportuno ante los retos que tenemos. Él es Maestro, Memoria y Defensor de quienes se esfuerzan en vivir en el amor para construir una ‘nueva normalidad’. Ojalá seamos protagonistas/factores/fermento de los cambios profundos que necesita nuestra cultura posmoderna.

*Obispo de Zacatecas




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