¿Vida o economía?

Antonio Sánchez González.
Antonio Sánchez González.

El nuevo coronavirus no ha vuelto loco a nadie, sino todo lo contrario; parece que, aparte de una pequeña minoría de conspiranóicos ya previamente deschavetados, nuestros conciudadanos han encontrado antes que la mayoría de los políticos el camino de la razón. Dicho esto, una serie de lecciones de la crisis, ahora parecen lo suficientemente claras … Leer más

El nuevo coronavirus no ha vuelto loco a nadie, sino todo lo contrario; parece que, aparte de una pequeña minoría de conspiranóicos ya previamente deschavetados, nuestros conciudadanos han encontrado antes que la mayoría de los políticos el camino de la razón. Dicho esto, una serie de lecciones de la crisis, ahora parecen lo suficientemente claras como para aprender.

Después de errores, desgraciadamente colosales, cometidos por gobernantes de todos los colores que comenzaron negando contra todo sentido común la peligrosidad de la epidemia, la utilidad de cubrebocas y la práctica de pruebas, las evidencias médicas fueron soportando a las medidas sanitarias que terminaron guiando en la dirección correcta la vida diaria, a la empresa, la oficina y no dudo que pronto se adopten en la escuela. Hoy todos sabemos que, aunque nuestros gobernantes no lo digan, usar mascarilla, el distanciamiento social, el multiplicar pruebas y hacer cercos sanitarios donde sea menester, es lo que hay que hacer, aunque a quien le toque no lo diga.

Según un análisis que David Hume, el filósofo, economista e historiador escocés ya había expuesto en 1750 en sus Ensayos sobre Estética, uno está obligado a reconocer que el mundo de la ciencia es, paradójicamente, aún más confrontativo que el del arte. Podemos decir “a cada quien su gusto”, pero, la verdad es que casi nadie discute que Bach o Mozart fueron genios.

Por otro lado, ya sea en lo referente a la inmunidad, la utilidad de las pruebas o la de las mascarillas, o el uso de hidroxicloroquina, los científicos nos han dado el espectáculo de disensiones que habríamos considerado imposible, basados en la que parecía una sensación obvia de que la ciencia está en el ámbito de la objetividad.

No, la crisis no fue inventada para poner en marcha medidas represivas como un número de intelectuales y artistas de la tele han afirmado delirantemente.

No, los cubrebocas no son inútiles, como ha dicho el presidente López Obrador, quien el 29 de abril sostuvo que no usa cubrebocas porque no lo recomienda Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud; luego, apenas el 23 de julio, nuevamente dijo – “A mí, tanto el doctor Alcocer (el secretario de Salud), como el doctor Hugo López-Gatell, me han dicho que no necesito el cubrebocas …”. Lo llamativo en estas afirmaciones audaces es que nos habla en el modo de “tal vez”, no es categórico, habla en primera persona y adjudica la responsabilidad de sus dichos a sus subordinados. Sin embargo, ya nadie tiene dudas que miente y que su ejemplo al usar una mascarilla habría salvado vidas, como ocurrió en Asia.

Ahora que el presidente Trump hace ostentación de su cubrebocas como un elemento patriótico y que el brasileño Bolsonaro no abandona el palacio porque se contagió y ya se ha tapado la boca, quizá solo López Obrador se haya quedado como conserje de afrontar la pandemia de forma temeraria.

No, no hay microchips en máscaras quirúrgicas, y si algunos fabricantes de máscaras lavables consideraron apropiado instalarlos, es sólo para indicar la fecha en que deben ser cambiados. No, la crisis no fue inventada para poner en marcha medidas represivas como varios intelectuales han afirmado delirantemente. No, la pandemia no es una crisis ecológica, sino una crisis de salud, como ha demostrado Marc Fontecave, profesor del Colegio de Francia, quien se pronunció en contra de las ridículas afirmaciones de Nicolas Hulot de que la pandemia era un “ultimátum de la naturaleza para nosotros”: “¡La reversión puramente ideológica de la afirmación del hombre en este drama de salud cuando, por el contrario, tenemos una nueva ilustración de la violencia de la naturaleza frente al hombre, es verdaderamente aterradora!”.

Lo cierto es que la principal lección de esta crisis, tal vez todavía esté en otro lugar; en el hecho de que, por primera vez en la historia de las sociedades liberales, la vida se ha puesto por encima de la economía, a pesar de delirios que se acaban de mencionar. Es una buena noticia.

*Médico




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