Una intensa jornada de esperanza

Sigifredo Noriega Barceló.
Sigifredo Noriega Barceló.

La persona del Job bíblico ha pasado a ser símbolo de quienes están heridos y dolidos por la enfermedad y los infortunios. “Se me han asignado noches de dolor… La noche se alarga y me canso de dar vueltas hasta que amanece”, aplica a todo ser humano, en tiempos de la tormenta ocasionada por el Covid … Leer más

La persona del Job bíblico ha pasado a ser símbolo de quienes están heridos y dolidos por la enfermedad y los infortunios. “Se me han asignado noches de dolor… La noche se alarga y me canso de dar vueltas hasta que amanece”, aplica a todo ser humano, en tiempos de la tormenta ocasionada por el Covid y en tiempos de calma. El sufrimiento es una espina clavada que clama al cielo y espera una respuesta.
Job es un personaje singular y ejemplar. En unos cuantos días lo pierde todo: salud, familia, amigos, bienes materiales, trabajo, salud, fama, respeto, estima… A pesar de que el sufrimiento le duele hasta la desesperación, no pierde la confianza en Dios. Clama al cielo, el cielo escucha y el cielo responde en el momento más oportuno.
La realidad del sufrimiento es una herida abierta que a todos duele, cuestiona, incomoda, alerta. Lo hemos estado viviendo muy de cerca  durante la pandemia… ¿Cuál ha sido la respuesta? Dios nunca ha sido insensible a las preguntas y lamentos de quienes beben, han bebido y beberán ese cáliz. Job es un anticipo, una imagen de Cristo sufriente, la respuesta definitiva de Dios al sufrimiento humano.
Dios no se limita a responder con palabras; lo hace compartiendo nuestra experiencia de sufrientes. Desde Belén hasta el Gólgota, desde el primer llanto al nacer hasta el último grito de dolor en la cruz vive el sufrimiento, lo asume, lo ofrece; transforma lo que aparentemente no tiene sentido. En el viacrucis final (casi al borde de la desesperación), en el corazón de la noche de la muerte, cuando parecía que el mal y la maldad tenían la última palabra, Dios lo resucita.
La misión de Jesucristo es salvarnos venciendo desde la raíz el pecado, el mal, la muerte. Aunque no nos ahorra el sufrimiento, nos abre el horizonte del cumplimiento de la esperanza. El Evangelio de este domingo lo muestra en una larga e intensa jornada de curaciones de enfermos y sanaciones de endemoniados. “Al atardecer, cuando el sol se ponía, de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro…”, se refiere no sólo a las horas de aquella jornada de trabajo sino también a las noches pesadas del Job de todos los tiempos.
El sufrimiento sigue siendo un escándalo en la era de las ‘soluciones’ científicas. No es que éstas sean malas sino que no responden integralmente al misterio del sufrimiento. Ayudan pero se necesita algo/alguien más que sane y acompañe el corazón humano. Llama la atención la actitud de Santiago y Juan que acompañan a Jesús a la casa de Simón Pedro: están atentos a los sufrimientos de aquella mujer,  piden a Jesús su intervención y la sanación se hace realidad.
Jesús sigue recorriendo las calles oscuras del sufrimiento que existe en nuestros días. “Se le acercó y tomándola de la mano, la levantó”, puede aplicar a quien busca sentido al sufrimiento y se abre a la potencialidad salvífica de la fe. Con Jesucristo siempre hay espacio en la mesa de la esperanza.



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