
Zaira Ivonne Villagrana Escareño.
La Doctora Claudia Sheinbaum Pardo ha dado un paso importante al demostrar que se puede gobernar con honestidad, ciencia y sensibilidad.
Por: Zaira Ivonne Villagrana Escareño
En tiempos donde la desconfianza hacia las instituciones parece haberse vuelto parte del paisaje nacional, hablar de reconstrucción no es un discurso vacío: es una necesidad urgente. En Zacatecas, la transformación no puede limitarse a las grandes decisiones que se toman en el centro del país; debe sentirse en las comunidades, en los barrios, en los rostros de quienes, desde abajo y día a día, sostienen la vida. día a día sostienen la vida desde abajo.
La Doctora Claudia Sheinbaum Pardo ha dado un paso importante al demostrar que se puede gobernar con honestidad, ciencia y sensibilidad. Pero el verdadero desafío está en los territorios: en cómo traducimos esa visión nacional en políticas locales que realmente mejoren la vida cotidiana de la gente. La transformación no será real si Zacatecas sigue enfrentando los mismos problemas estructurales que todas y todos conocemos: la desigualdad, la corrupción, la violencia y la falta de oportunidades para las y los jóvenes, no podrán ser transformadas o erradicadas sin un cambio profundo en la manera de hacer política.
La reconstrucción que necesitamos no es solo institucional, sino también emocional y comunitaria. Nos toca volver a creer que el servicio público puede ser sinónimo de dignidad y no de privilegio; que la política pueda recuperar su sentido más noble: cuidar la vida y garantizar justicia social.
Zacatecas tiene historia, identidad y gente trabajadora que ha sabido resistir los persistentes ciclos de abandono y desigualdad. Hoy, esa fuerza debe canalizarse en un nuevo pacto de confianza entre ciudadanía y gobierno. Las mujeres, sobre todo, estamos llamadas a ser protagonistas de este proceso: no como figuras decorativas, sino como líderesas con visión, ética y compromiso con y en el territorio
El llamado de la Presidenta a ejercer el poder con humildad es más que un mensaje moral; es una ruta política que Zacatecas debe asumir con seriedad. Porque el poder no se sostiene con discursos, sino con la práctica de la coherencia. No se mide en puestos, sino en resultados, resultados que le importen a la gente en cada una de sus colonias, barrios o pueblos, resultados que vean materializados en su vida cotidiana y no nada más en los discursos mediáticos y las campañas de siempre.
La transformación con reconstrucción implica reconocer que el país avanza, pero que cada estado tiene su propio pulso. En Zacatecas, el desafío es enorme, pero esto implica también una posibilidad abierta: reconstruir la confianza, la esperanza y el sentido de comunidad que tanto nos urge recuperar.
Porque transformar no es solo cambiar gobiernos. Es cambiar la forma en que nos miramos, nos organizamos y nos reconocemos como parte de una misma historia. Por ello para transformar a Zacatecas es necesario reconstruirnos como comunidad y como sociedad, con una ética anclada a la solidaridad, el trabajo y el servicio para las y los otros, es decir para el bienestar común y no para el beneficio individual.