Tal vez no fue tan buena la noticia difundida por Pfizer

Eduardo Ruiz-Healy.
Eduardo Ruiz-Healy.

El martes comenté aquí sobre la buena noticia que un día antes le dio al mundo la farmacéutica estadounidense Pfizer, al anunciar que, en sociedad con la biotecnológica alemana BioNTech, desarrolló una vacuna anti COVID-19 que demostró ser 90% efectiva para prevenir la enfermedad. Concluí mi comentario señalando que “Ahora falta saber cómo los sectores público y … Leer más

El martes comenté aquí sobre la buena noticia que un día antes le dio al mundo la farmacéutica estadounidense Pfizer, al anunciar que, en sociedad con la biotecnológica alemana BioNTech, desarrolló una vacuna anti COVID-19 que demostró ser 90% efectiva para prevenir la enfermedad.

Concluí mi comentario señalando que “Ahora falta saber cómo los sectores público y privado de cada país trabajarán conjuntamente para asegurar que cada vacuna, que debe estar congelada a una temperatura de menos 70 grados Celsius, llegue a cada una de las millones de personas que la necesitan. Y que nos digan cuándo”.

Ayer mismo se informó sobre el sistema que Pfizer desarrolló para distribuir las miles de millones de dosis de su vacuna desde las fábricas en donde se elaborarán hasta los lugares en donde se les aplicarán a miles de millones de personas.

Esta vacuna debe conservarse en -75 grados Celsius, a diferencia de otras que se mantienen muy bien en temperaturas de -20 grados.

Esto dificulta las cosas porque en ningún país existen, en cantidades suficientes, los medios de transporte y bodegas refrigeradas capaces de transportar y almacenar algo a entre -90 y -60 grados. Y crear una red de bodegas sería costosísimo si se considera que un congelador de solo 6.8 pies cúbicos capaz de enfriar hasta los -90 grados cuesta, en promedio, unos 20 000 dólares.

Para resolver el problema del transporte y almacenamiento Pfizer desarrolló un ingenioso pero complicado “contenedor térmico”, que es una enfriada con hielo seco.

En estas cajas las vacunas se enviarán directamente a los lugares en donde serán aplicadas. Al recibirlas, el personal médico deberá reponer el hielo seco dentro de las siguientes 24 horas. Si en cinco días no se utilizan todas las vacunas el hielo seco deberá reponerse de nuevo. Y otra vez, si después de cinco días no se utilizan las vacunas deberán desecharse porque no se mantienen por más de 15 días en la caja. Para complicar las cosas, las cajas se pueden abrir solo dos veces al día, y cada vez por no más de un minuto.

Pfizer explica que la vacuna se puede sacar de la caja para colocarse en un refrigerador, pero si no aplica en los siguientes cinco días tiene que ser desechada. Y no solo eso dificulta el asunto: cuando está lista para aplicarse debe diluirse la vacuna para obtener cinco dosis de cada ampolleta o frasco. Esas cinco dosis deben aplicarse en no más de seis horas. Si pasan más de seis horas, las vacunas deben desecharse. Todo este proceso tiene que realizarse dos veces para cada paciente, ya que la vacuna se administra en dos dosis separadas por tres semanas.

Por si todo lo anterior no fuera suficiente existe el problema de que no es fácil conseguir el hielo seco en todas partes y que en Estados Unidos una máquina para hacerlo cuesta unos 48 000 dólares y que el dióxido de carbono líquido necesario para fabricarlo durante tres meses puede costar 40 000 dólares.

El método diseñado por Pfizer depende totalmente de que el personal médico, que no está adiestrado para manejar el hielo seco, siga sus instrucciones al pie de la letra. Con que alguien falle en algunos de los procedimientos dejará inservibles a quién sabe cuántas vacunas.

Tal vez la noticia del lunes no fue tan buena…




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