Suma de voluntades

Huberto Meléndez Martínez.
Huberto Meléndez Martínez.

La oscuridad de aquella noche otoñal, los tumbos, las curvas del deteriorado camino de brecha en el regreso de la comunidad de Los Fuertes, eran minimizados por la emoción que experimentaba el profesor de Apicultura, debido a la materialización de su proyecto productivo. En la caja de una camioneta llevaba envueltos, en sábanas facilitadas por … Leer más

La oscuridad de aquella noche otoñal, los tumbos, las curvas del deteriorado camino de brecha en el regreso de la comunidad de Los Fuertes, eran minimizados por la emoción que experimentaba el profesor de Apicultura, debido a la materialización de su proyecto productivo.

En la caja de una camioneta llevaba envueltos, en sábanas facilitadas por las madres de familia de sus alumnos, 10 colonias de abejas, que serían el inicio de la implementación de un apiario (también conocido como colmenar), para fortalecer la formación educativa y tecnológica de los estudiantes.

Las habían recogido por la noche, sabiendo que en esa penumbra, después de la puesta del sol, la totalidad de las abejas se encuentran a resguardo y son menos ofensivas para el manejo humano.

La fortuna en el ámbito profesional le mostraba una leve sonrisa porque había logrado conjuntar una suma de voluntades en el entorno, que apuntaban a la consecución de aquella aspiración educativa.

En primer lugar consiguió entusiasmar a sus pupilos, quienes con muchos sacrificios lograron reunir el dinero para comprar los núcleos al abuelito de uno de ellos.

Estaría faltando algo importante. Esos cajones estaban elaborados de una manera rústica. Para otorgarles una atención adecuada y conseguir una buena producción, era necesario conseguir los materiales idóneos para el caso.

En reunión colegiada el maestro Juan, director de la escuela, pidió la presentación de la propuesta, logrando sensibilizar a docentes y trabajadores para que hicieran una aportación voluntaria, con la cual podrían adquirirse las cámaras de cría, los bastidores, las alzas, la cera estampada y otros artículos. Esperanzados hicieron un esfuerzo extraordinario pues sus sueldos apenas eran suficientes para la subsistencia de sus familias.

Don Clemente Villegas, uno de los padres de familia, ofreció su camioneta y sólo pidió la reposición del combustible necesario para la transportación.

Durante las catorce horas del ferrocarril en viaje redondo a la ciudad de Aguascalientes para realizar las compras previstas, el mentor soñaba con los resultados en la formación del estudiantado en la cultura apícola, generando adicionalmente dividendos por la producción de miel, cera, polen, propóleo, jalea real, entre otras cosas; pensó en el esquema de organización de actividades en los horarios ordinarios, elaboró un rol de guardias para días inhábiles y vacaciones; recordó su inseguridad y los titubeos cuando valoró las posibilidades económicas de la comunidad educativa, pero conocedor de la prontitud con que podría recuperarse la inversión. Su mayor fortaleza era la confianza de la colaboración de sus alumnos.

Debe decirse que la gestación del proyecto fue gracias a la motivación que el maestro Marco Antonio de Luna Mata, apicultor renombrado en el sistema educativo, logró sembrar en los integrantes de un curso de capacitación, organizado por las autoridades educativas y al que asistió el docente referido en esta historia.

El conjunto de voluntades es garantía de buenos frutos en las comunidades educativas y en la consolidación de los equipos de trabajo.




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