Soberbia, la gran amenaza

La imagen pública no implica sólo aspectos visuales, auditivos y kinestésicos. Tales son estáticos, cercanos al concepto de pose, de lo que busca proyectarse aunque no sean la verdad. Si queremos adentrarnos en el conocimiento de una identidad, debemos mantenernos atentos a aspectos dinámicos: convicción o postura ideológica, actitud y acción en el entorno. La … Leer más
La imagen pública no implica sólo aspectos visuales, auditivos y kinestésicos. Tales son estáticos, cercanos al concepto de pose, de lo que busca proyectarse aunque no sean la verdad. Si queremos adentrarnos en el conocimiento de una identidad, debemos mantenernos atentos a aspectos dinámicos: convicción o postura ideológica, actitud y acción en el entorno.
La gran aliada en la formación de la imagen pública es la pasión. Ella nos impele a conocernos y conocer mejor, a capacitarnos, adiestrarnos, embarcarnos en nuevos y más sólidos proyectos. Ella nos mueve a sumar voluntades, a cultivar relaciones con los demás, a potenciar más nuestra vocación de servicio. El gran aliado es la pasión y la gran amenaza es la soberbia.
Etimológicamente, soberbia viene del latín superbia. “Super” significa “sobre”, “por encima de”… El Diccionario define a la soberbia como “Sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos”.
Ojo: distante. Si la imagen pública es plataforma inicial para la comunicación (la unión con los demás), la soberbia establece distancia y deshace el trabajo hasta entonces realizado.
“Distante” viene del prefijo negativo “dis”: divergente, no, y el verbo “stare”, estar, hacerse presente. “Te noto distante” significa que no te siento cerca. La soberbia disuelve toda relación. La soberbia aleja.
La soberbia es obstáculo en la búsqueda de los objetivos. “Ob” implica enfrentamiento, situación frontal. “Stare”, otra vez, significa estar. Lo que obsta está enfrente, oponiéndose. “Obstáculo” viene de “obsta”; se le añade el sufijo “culum”, referido a instrumento o medio. Antiguamente, cuando un libro se sometía a la consideración de censores, éstos dictaminaban con un “Nihil obstat”, nada impide (la publicación).
Constituye un contrasentido desandar con la soberbia lo que la lucha ha permitido avanzar. “Ya se le subió”, “se trepó al ladrillo y se mareó”, “antes saludaba y ahora no”, “no se deja ayudar”… son clichés con que se etiqueta a quienes se inflaron antes de llenarse de verdad. La soberbia no reditúa, sólo obstaculiza. Como obstáculo, debe ser esquivada para continuar el cotidiano avance que en cada uno es posible. La soberbia del adulador que se siente imprescindible, de la secretaria doble cara, del gobernante, de las asesoras… todas ellas obstaculizan el avance común.