
La dispersión anula la utilidad práctica de los pronósticos. Lo que sí dicen es que persisten riesgos internos y externos que limitan cualquier escenario optimista.
Del pesimismo absoluto al optimismo moderado: eso revelan 21 pronósticos sobre el crecimiento del PIB de México en 2025 publicados hasta ayer. El de la OCDE prevé una contracción de -1.3%, el del FMI una de -0.3%, luego vienen Itaú BBA y UBS con 0%, Banamex con 0.1%, Moody’s y Citi con 0.4%, Banxico con 0.5%, Mifel con 0.6%, Scotiabank y Barclays con 0.7%, IMEF y Vanguard con 0.8%, BBVA, Baker Institute y la Fed de Dallas con 0.9%, la Cepal y Deloitte con 1.2%, el Banco Mundial con 1.5%, Hacienda con 1.9% y, al final, Signum Research con un optimista 2%. Mínimo consenso. Y, como acaba de señalar la presidenta Claudia Sheinbaum, razones fundadas para desconfiar del FMI.
La dispersión anula la utilidad práctica de los pronósticos. Lo que sí dicen es que persisten riesgos internos y externos que limitan cualquier escenario optimista.
Tres factores concentran las advertencias. El primero: los aranceles de 25% que Trump impuso el 4 de marzo a productos mexicanos no incluidos en el T-MEC. Aunque hay una prórroga hasta el 1 de julio para los bienes que sí cumplen, la amenaza pesa. El FMI y la OCDE lo usan como eje de su pesimismo; Banxico y Citi también lo reconocen, aunque con matices.
Segundo: la incertidumbre jurídica derivada de la reforma judicial. Según BBVA, el Banco Mundial y el Baker Institute, esto frena la inversión y el nearshoring. Además, el 58% de los analistas encuestados por Banxico lo considera el principal riesgo interno.
Tercero: el debilitamiento del consumo. Scotiabank lo atribuye a menores remesas y menor generación de empleo. Citi, CEPAL y Vanguard coinciden: la confianza del consumidor y el gasto de los hogares se ha reducido.
A estos factores se suman otros que, aunque menos citados: las restricciones fiscales, la falta de infraestructura energética, la inseguridad en regiones clave para el comercio y la persistente desconfianza empresarial ante cambios regulatorios improvisados.
Pero más allá del diagnóstico, importa la precisión. Entre 2015 y 2024, el error medio absoluto (EMA: el promedio de las diferencias absolutas entre los valores pronosticados y los reales) del FMI fue de 1.62% y el de Hacienda de 1.70%. En 2020, Hacienda proyectó 2% y la economía cayó 8.5%, según el INEGI. En 2024 volvió a fallar: estimó 3% y el crecimiento fue 1.5%.
Más confiables han sido el Banco Mundial (EMA de 0.5%), Banxico (0.3%) y BBVA (0.2%). Todos hoy prevén entre 0.5% y 1.5%, un rango que quizá refleje mejor el crecimiento real.
En resumen: el PIB crecerá poco, si acaso. Y todo dependerá de dos factores: si Trump aplica o no los aranceles a todos los bienes mexicanos el 1 de julio y si la presidenta logra contener la incertidumbre interna sin caer en la tentación de maquillar la realidad. Porque es claro que los modelos económicos no predicen el futuro; lo intuyen. Con base en los 21 pronósticos puede afirmarse que el PIB crecerá, si acaso, lo suficiente para que las gráficas no muestren un retroceso, pero demasiado poco como para que el país lo perciba. La economía mexicana, una vez más, camina sin rumbo claro, atrapada entre las amenazas arancelarias de Trump y los costos de la mala administración y el endeudamiento que Andrés Manuel López Obrador le dejó a Claudia Sheinbaum.
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