Salud o maldad

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Llegó a mis manos un folleto del Gobierno Federal que supuestamente promueve la salud mediante la creación de hábitos de sana alimentación. Los estaban entregando en los puestos de vacunación a todos los que acudían a ser inoculados contra el virus del Covid, según me lo hicieron saber. Y digo “supuestamente promueve la salud” porque, … Leer más

Llegó a mis manos un folleto del Gobierno Federal que supuestamente promueve la salud mediante la creación de hábitos de sana alimentación. Los estaban entregando en los puestos de vacunación a todos los que acudían a ser inoculados contra el virus del Covid, según me lo hicieron saber. Y digo “supuestamente promueve la salud” porque, si bien sí contiene un mensaje conveniente para que quien lo lee se dé cuenta de qué tipo de ingesta favorece a su salud y qué no, deja en claro un doble propósito: culpar al capitalismo de una especie de complot en contra de la salud.

Este folleto, desarrollado a manera de periodiquillo de caricaturas, muestra una conversación entre una señora que consume frutas, verduras y otros alimentos que forman parte de un cuadro de sana alimentación, y, en contraste, a un joven obeso que la critica por ello y le asegura que las frituras y los pastelillos son mejores alimentos porque tienen mejor sabor y le hacen feliz. Después de describirle las bondades de los alimentos que ella consume, la señora le hace ver que quienes le venden refrescos y golosinas son unos malvados que quieren enriquecerse a costa de poner en riesgo su salud.

Se sigue utilizando el recurso de “la culpa” para hacer llegar el mensaje. Se insiste en repartir culpas para desviar la atención de lo que no se está haciendo o, peor aún, de lo que se está haciendo mal; para encontrar justificación a los porqués no se han podido cumplir tantas promesas de transformar casi mágicamente las condiciones desfavorables que muchos atraviesan; y, por último, se reparten culpas para continuar dosificando al pueblo el sedante de “todos son malos y quieren aprovecharse de ti, pero aquí estoy yo para salvarte” y seguir con su manipulación.

No se ayuda a las personas con dádivas, se les ayuda dándoles trabajo. Y para que haya trabajo tiene que haber actividad económica: un productor, un consumidor y un gobierno que regula, no que obstaculiza ni utiliza el odio como factor disuasivo. Con reglas claras y un consumidor debidamente informado la decisión de qué y cuánto consumir nos corresponde a cada quien.

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