Profesionalización, estrategia y buenos resultados

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

El buen resultado del trabajo no depende de sentimientos desbordados que uno jure que acompañan a su vocación. Quien desee dedicarse a alguna actividad debe ineludiblemente profesionalizarse (enfocándose en conocimiento y práctica) y afinar su talento. Después apegarse a una estrategia efectiva. Es obligación frente a uno mismo y los demás. Urge contar con los … Leer más

El buen resultado del trabajo no depende de sentimientos desbordados que uno jure que acompañan a su vocación. Quien desee dedicarse a alguna actividad debe ineludiblemente profesionalizarse (enfocándose en conocimiento y práctica) y afinar su talento. Después apegarse a una estrategia efectiva. Es obligación frente a uno mismo y los demás.

Urge contar con los verdaderamente útiles más que con los apantalladoramente inspirados, quienes echan mano a poses más que al saber y el servicio.

En un mundo tan competitivo, estrechado ahora por la comunicación que permite la tecnología, el llamado “echaleganismo” (“échale ganas”) disfrazado de coaching sólo es efímera motivación de incautos. También los vendedores de humo, los mequetrefes, los que calcan el trabajo ajeno y lo presentan como propio, los parásitos del sistema de impunidad y los que superviven mediante componendas y malas mañas terminan por mostrar su esencia, para desgracia de ellos y de aquéllos a quienes convencieron.

En el entorno pragmático, donde dejan provecho las acciones y no los discursos, el sentimentalismo estorba si no le sigue la generación de buenos resultados. Los discursos edulcorados son, como muchas fotografías recursivas, mera propaganda. Retomo al poeta Huidobro: el adjetivo, cuando no da vida, mata. Infortunadamente hay más destellos de adjetivos que peso del sustantivo, desde la esfera política hasta la de la iniciativa ciudadana.

Sobran las promesas de quienes muestran misticismo y pasión extremos al formularlas y, por depender de la emoción, desisten cuando su motivación fatua se les ha extinguido.

Daña al entorno alabar con la boca a la sociedad cuando con las manos se le roba. Daña al entorno promulgar idearios cuando están basados en mentiras. Daña al entorno recitar, como en la lotería, sujetos como “el pueblo”, “la patria”, “la democracia”, “la transformación”, “el bienestar”, “la reactivación económica”, “el apoyo a agricultura y ganadería”, “el desarrollo cultural”, incluso “el fomento a la lectura”… cuando importa más la obtención y presunción de cargos que los buenos resultados que pueden darse mediante esos cargos.

Discursos con tonada y pose puede lucirlos persona cualquiera que se muestre inspirada. Lo decisivo radica en la verdadera preparación, la ineludible, y una estrategia que de veras permita generar para todos buenos resultados.




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