No habrá regreso

José Luis Medina Lizalde.
José Luis Medina Lizalde.

La pandemia muestra la pobreza de la cultura política de muchos, la cual los induce a estar siempre pendiente de cómo aniquilar al adversario, aunque con eso se perjudiquen hasta ellos mismos. Son los típicos que al vaciar la bañera tiran al niño junto con el agua sucia. Los países donde sus políticos carecen de … Leer más

La pandemia muestra la pobreza de la cultura política de muchos, la cual los induce a estar siempre pendiente de cómo aniquilar al adversario, aunque con eso se perjudiquen hasta ellos mismos. Son los típicos que al vaciar la bañera tiran al niño junto con el agua sucia.

Los países donde sus políticos carecen de sentido de estado ven como un estorbo su esfuerzo de guiar el comportamiento colectivo, el cual es la clave del éxito frente a la pandemia, tal cual y como lo acredita el eficaz control de Nueva Zelanda, Vietnam, Cuba, China, Uruguay y Costa Rica; en sentido contrario Estados Unidos, España, Italia, Brasil, entre otros. Veamos el caso de México:

De los gobernadores, el primero que mostró su protagonismo irresponsable fue Enrique Alfaro, quien atacó la estrategia sanitaria federal con obvio futurismo e hizo de las “pruebas rápidas” su caballito de batalla para crear un contexto favorable al solicitar la autorización legislativa para sumar más deuda a su estado de la ya acumulada. Acaudilló gobernadores buscando “romper con la federación” y exigió un nuevo “pacto fiscal”.

Los que dejaron en ruinas al sistema de Salud de México descalificaron al doctor López Gatell, y aportaron como aval de sus “ex prestigios” a agitados twitteros, como Javier Lozano y similares. Alertaron a una minoritaria porción del gremio médico a la desautorización de la estrategia sanitaria (durante la contingencia algunos practicaron el ausentismo deliberado para agravar la situación, dejando a sus compañeros la pesada carga de enfrentar la emergencia, en contraste con los médicos ya jubilados que pidieron participar en la lucha contra la epidemia).

Por motivos mercantiles, muchas empresas de comunicación enderezaron la más agresiva y sostenida campaña en contra de la transformación en curso. Su papel ante la pandemia lo anticiparon con la noticia falsa de la muerte por coronavirus de un connotado personaje del sector privado, lo que le sumó a la labor de desinformación con el fin de aprovechar cada falla e inconsistencia de los servicios hospitalarios públicos, al grado de enviar al contagio a reporteros, tal y como lo hizo Ciro Gómez Leyva con funestas consecuencias

El oposicionismo instintivo de esa clase política es la fachada de los que tienen poderosos móviles, aunque inconfesables para enfrentar los procesos de regularización de la vida nacional en curso, entre los que sobresalen:

Los intereses reales

Medidas contra la corrupción, como la centralización de compras del sector salud, el combate al robo de combustible, la progresiva capacidad de refinación del petróleo con disminución consecuente de ganancias de proveedores extranjeros e intermediarios y la revisión con fines de equilibrio con las inversiones extranjeras.

Además, al fin del negociazo consistente de las empresas que se quedaban con el ISR e IVA retenidos a empleados y consumidores, también las acciones legales contra la falsificación de facturas, la cancelación de excesos en la operación burocrática y el congelamiento sin precedente de depósitos bancarios asociados a lavado de dinero, entre otros.

La reacción de los que pierden situaciones de ventaja incompatibles con el estado de derecho es visceral, sin embargo, la inmensa mayoría no da la cara, sino que fomentan la belicosidad de quienes buscan derrotar electoralmente a quién los derrotó en 2018, aunque ahí de paso lesionen los intereses generales de los mexicanos atendidos con el reordenamiento de la vida nacional.

En el juego democrático, la oposición tiene de tarea convencer a la mayoría de que sus alternativas de solución son mejores que las del gobierno. Hasta ahora, la oposición reacciona como gallina descabezada; los depredadores de la naturaleza agarran banderas ambientalistas; los de moral victoriana abrazan indignaciones feministas; los ideólogos de democracias sin contenido elogian a la versión contemporánea de Rubén Figueroa, equiparándolo con Mariano Otero. Reducen patéticamente la misión opositora a la de estorbar.

Los más inteligentes e interesados en limitar los procesos en curso (no anular en su totalidad) de la Cuarta Transformación no esperan victorias inmediatas, saben que ganar la guerra lleva tiempo y están atentos a la maduración de contradicciones internas en Morena y aliados, en el gabinete y en los sectores sociales proclives a las transformaciones en curso. No potenciarán a oposiciones huérfanas de ideas, tampoco a desertores prematuros que ya se distinguen en el horizonte, saben que el capitalismo de compadres ya no regresará y que López Obrador es el presidente más fuerte en muchos años.

La pobreza política tan visible en opositores también se advierte en las filas de la Cuarta Transformación, hay quienes ingenuamente piensan que se puede pasar de sargento a general cambiando de bando en plena batalla.

Verán que no es así, la cruzada contra la corrupción impacta la mentalidad general y lo que ayer era tolerado, hoy suscita rechazo casi unánime.




Más noticias


Contenido Patrocinado