

Zaira Ivonne Villagrana Escareño.
La propuesta impulsada por el Diputado Alfonso Ramírez Cuéllar, que busca poner fin al nepotismo político y a la reelección inmediata, representa un intento valiente y necesario para romper con esa vieja estructura del poder.
Zaira Ivonne Villagrana Escareño
En Zacatecas, la democracia se hereda con apellidos. En lugar de abrir espacios, los cierra; en lugar de inspirar, repite. Las familias políticas han convertido los cargos públicos en patrimonio personal, en herencias que pasan de padres a hijos, de hermanos a sobrinos, de cónyuges a primos. Lo que debería ser un derecho ciudadano se ha vuelto un privilegio de linaje.
La propuesta impulsada por el Diputado Alfonso Ramírez Cuéllar, que busca poner fin al nepotismo político y a la reelección inmediata, representa un intento valiente y necesario para romper con esa vieja estructura del poder. No es solo una iniciativa legal: es una sacudida ética a un sistema acostumbrado a premiar la lealtad familiar por encima del mérito y la vocación de servicio.
Pero en Zacatecas, el nepotismo va más allá de los apellidos. Está sembrado en las raíces del poder, en los pactos silenciosos, en los favores cruzados y en la cultura política que normaliza el “te toca porque eres de los nuestros”. Esa red invisible de influencias ha construido muros que impiden la renovación del liderazgo y sofocan el talento de quienes, desde fuera del círculo, quieren servir con honestidad.
El nepotismo no es solo corrupción administrativa: es corrupción emocional del poder. Es una forma de perpetuarse disfrazada de continuidad, una herida que impide la entrada del aire fresco de nuevas generaciones, de nuevas ideas, de nuevas formas de servir.
Mientras los mismos apellidos siguen ocupando los mismos espacios, el estado se hunde entre rezagos, pobreza y desencanto. Las juventudes miran la política con desconfianza porque la sienten lejana, cerrada, inaccesible. Y así, el poder se queda sin alma, y la democracia sin ciudadanía.
La propuesta de Ramírez Cuéllar abre una ventana. Pero si no hay voluntad real, esa ventana volverá a cerrarse con el mismo sello de siempre: el apellido.
Zacatecas necesita políticos con apellido ciudadano, no con apellido heredado. Porque el nepotismo no solo perpetúa el poder: asfixia la esperanza, corrompe la vocación y le roba futuro al estado.
Y cuando un pueblo deja de creer en su democracia, deja de votar… y empieza a sobrevivir.