¡Milpillas, Milpillas!

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Quienes vivimos en la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe y no contamos con aljibe, cisterna o tinaco de gran tamaño solemos padecer durante seis días por semana una gran necesidad de agua potable. Cuánta falta nos hace el líquido y cuánta impotencia es la nuestra al tener que jerarquizar ora el lavado de ropa, ora el de … Leer más

Quienes vivimos en la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe y no contamos con aljibe, cisterna o tinaco de gran tamaño solemos padecer durante seis días por semana una gran necesidad de agua potable. Cuánta falta nos hace el líquido y cuánta impotencia es la nuestra al tener que jerarquizar ora el lavado de ropa, ora el de trastes, ora el surtido a los tanques de tazas de baño o el ducharnos con la frecuencia con la que quisiéramos.

Al menos en mi caso, tal impotencia se agranda al pensar, reza el cliché, en “lo que pudo haber sido y no fue”. Me refiero a los beneficios que a todos iba a traernos el megaproyecto hídrico Milpillas, tan anhelado hace unos años, promovido desde el gobierno estatal pero con muchas esperanzas en la coinversión con el gobierno federal, y asesinado por la inanición que le impusieron diversos intereses particulares, de algunos políticos incluso, según se refirió en su momento.

Si todo hubiera fluido como desde su proyecto se había planteado, en este primer semestre de 2021 las familias de Zacatecas y Guadalupe hubiéramos tenido seguramente garantizados los primeros surtimientos de agua potable en nuestros hogares durante al menos cinco días a la semana y no sólo uno. Esto si no se hubiera presentado la voracidad, los asomos de corrupción, la grilla y el sabotaje, la búsqueda de tajada o de excesiva ganancia.

“¡Milpillas, Milpillas!” grita mi pensamiento cuando acá en la casa intento lavar un plato y no sale ni gota de agua. “Milpillas” vuelvo a considerar cuando debo subir a la azotea del departamento por el que pago renta para ver si por fin está cayendo agua otra vez al pequeño tinaco negro. “Milpillas” musito cuando tenemos que cargar con ropa sucia a la cajuela de mi auto para lavar en el fin de semana en Jalpa o Huanusco, con papás y suegros. “Milpillas, qué lástima” insisto al calcular cuántas familias estamos quedándonos sin ese futuro que sí debió haber llegado, ese futuro al que cancelaron diversos adeptos y regenteadores del oportunismo, la corrupción, la maña, la extorsión e incluso el interés político.

Cuánta impotencia, recalco en medio de esta injusta falta de agua en nuestros hogares.




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