Más difícil que ser migrante, es ser mujer migrante

Lizbeth Márquez, Diputada Migrante.
Lizbeth Márquez, Diputada Migrante.

En el marco del Día Internacional de la Mujer se hace presente la oportunidad para reconocer las grandes luchas que hemos encabezado, pero también es el momento oportuno para visibilizar nuevamente la problemática que vivimos actualmente y decir: ¡Ya basta! La condición de mujer no segmenta ni excluye a unas e integra a otras; todas … Leer más

En el marco del Día Internacional de la Mujer se hace presente la oportunidad para reconocer las grandes luchas que hemos encabezado, pero también es el momento oportuno para visibilizar nuevamente la problemática que vivimos actualmente y decir: ¡Ya basta!

La condición de mujer no segmenta ni excluye a unas e integra a otras; todas hemos sido víctimas de una violencia sistemática o posiblemente algún día lo seremos; pero aquí quiero hablar de aquellas mujeres invisibles, las mujeres migrantes.

Más difícil que ser migrante, es ser mujer migrante; y podemos pensar, erróneamente, que la mexicana migrante tiene condiciones de vida óptimas y favorables, pero la realidad es otra: desde 1990 más del 48% de los mexicanos en los Estados Unidos son mujeres, y hoy en día la migración de mujeres es mayor que la de los hombres; en el vecino país del norte viven 19 millones de mujeres mexicanas y, según información oficial, lamentablemente el 51%, de ellas son indocumentadas, por lo cual no solo carecen de documentos que les brinden certeza jurídica, sino de aquellos que les permitan el acceso a derechos y a una vida libre de violencia. Por otro lado 7 de cada 10 mujeres migrantes mayores de 15 años han padecido violencia en su vida; 1 de cada 2 que se encuentran casadas o en unión libre son víctimas de violencia doméstica y; por si fuera poco, 1 de cada 4 es discriminada o acosada laboralmente.

La violencia contra las mujeres y la falta de oportunidades por cuestiones de género es una realidad palpable, especialmente para la mujer migrante indocumentada, la cual vive invisible (jurídicamente hablando) porque carece de una identidad que se garantiza a través de los documentos que acreditan la personalidad. Una mujer violentada que reside en un país como indocumentada, no solo carece del reconocimiento de un estatus migratorio, sino que, por su condición de indocumentada decidirá, seguramente, no denunciar esa violencia que sufre, ya que si lo hace será deportada.

Esas mujeres migrantes, invisibles y violentadas deben ser la causa y la bandera que desde el ámbito legislativo y del de la administración pública se deban abrazar como prioritarias; debemos de tejer una vida a la vez para lograr dar un trato humanitario a todas aquellas que viven esta condición, para lo cual, más allá de seguir definiendo la problamática, propongo tres aspectos fundamentales:

En primer lugar se debe garantizar el Derecho a la Identidad. No podemos concebir una vida libre de violencia y el ejercicio de los derechos sin antes otorgar la llave para el acceso a las garantías establecidas por las normas nacionales y el derecho internacional; en este sentido debemos tener en cuenta que el derecho a la identidad si bien es un principio, este se traduce, en la práctica, en documentación.

En segundo lugar y derivado de una propuesta que realicé en octubre pasado durante el “Primer encuentro cultural Chicago, mujeres migrantes de México y el mundo”, es urgente la creación de la Alerta de Violencia de Género contra la Mujer Migrante, misma que habrá de emitirse a) cuando en un territorio se cometan sistemáticamente delitos contra la vida, libertad e integridad de la mujer; b) cuando existan agravios que impidan el ejercicio de los derechos o; c) cuando una organización protectora de derechos humanos de México o de los Estados Unidos así lo solicite. Debido a la vulnerabilidad de la mujer migrante, esta alerta no solo debe ser declarada cuando la mujer sufra violencia feminicida, sino cuando haya antecedentes reiterados de cualquier otro tipo de violencia.

En tercer lugar es indispensable crear e integrar, dentro de los Consulados mexicanos, el “Área de Asuntos de Protección a la Mujer Migrante” y designar en consecuencia a una Cónsul. El Área referida deberá tener autonomía en la conducción de la política transversal y la correcta aplicación de los protocolos de atención a la mujer, especialmente los destinados a erradicar la violencia contra la mujer migrante.

La grandeza de la mujer migrante debe ser valorada, respetada y promovida en nuestro país, pero también más allá de las fronteras. No debemos olvidar a todas aquellas que decidieron migrar, sino que debemos tenerlas presentes, especialmente en el ejercicio gubernamental que desde las distintas trincheras realizamos.

Lizbeth Márquez, Diputada Migrante.




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