Los de la desventaja, con triple esfuerzo

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Quienes nacimos en la desventaja, sin apellidos pomposos ni herencia asegurada, sin prosapia ni distinción en el entorno; quienes no nacimos en capital o metrópoli, quienes no gozamos del temprano favor de las personas poderosas… nosotros sabemos lo importante que es saber morder con insistencia. Nos aferramos a cualquier oportunidad, chupamos el cañuto a todo, … Leer más

Quienes nacimos en la desventaja, sin apellidos pomposos ni herencia asegurada, sin prosapia ni distinción en el entorno; quienes no nacimos en capital o metrópoli, quienes no gozamos del temprano favor de las personas poderosas… nosotros sabemos lo importante que es saber morder con insistencia.

Nos aferramos a cualquier oportunidad, chupamos el cañuto a todo, desarrollamos extraordinarias habilidades a la hora de llegar al tuétano de toda responsabilidad asignada.

Quienes desde nuestros primeros años pudimos apreciar bibliotecas ajenas, fortunas ajenas, facilidades ajenas, quienes para llegar al mismo lugar y a la misma hora tuvimos que levantarnos mucho antes y hacer mucho más… nosotros hemos tenido que escalar con el triple de dificultad respecto a quienes desde el principio se vieron favorecidos.

Esto fue para nosotros algo duro, algo que nos encalleció. No tuvimos ventajas iniciales: nuestros aperos fueron labrados a fuerza de lastimarnos tanto.

Continuamos tanto los del margen aunque ―incluso― el pago de hacer bien las cosas sea el castigo.

Si Dios crea, también los aparentemente condenados creamos. Si el diablo no duerme, tampoco lo hacemos nosotros. Los menos favorecidos, los de medio pelo, nos rebelamos a los destinos impuestos y encontramos la maña.

A pesar de los principios religiosos que nos han pedido que mantengamos en sometimiento nuestro, logramos a veces, en medio de rozaduras, esquivar un tanto el yugo.

Con nosotros, los de las desventajas, se aplica muy bien la declaración de Publio Terencio Africano: “Soy un hombre, nada humano me es ajeno”. Caer y levantarse, arrobarse y pervertirse son parte de nuestra misma natura humana.

En las historias en que todo eso ocurre, prefiero a los insolentemente tenaces por encima de los insolentemente sabios.

¿Una sabiduría prodigiosa o una persistencia prodigiosa?

Es interesante disyuntiva, claro. Si el Poder Supremo me diera a elegir, yo me iría siempre por la persistencia prodigiosa, a toda prueba.

En una de ésas, por destacar en la ninguneada terquedad, podemos también llegar a cierto grado de sabiduría.




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