
Estas reglas han sido bastante difundidas desde su publicación, en 1989, Colin Powell, fue un militar y ex secretario de Estado de Estados Unidos.
Después de repasar las 7 primeras reglas de las 13 establecidas por Colin Powell, vamos con las 6 restantes:
La octava regla es “Revisa los pequeños detalles”. El éxito depende de ellos. Mientras más alto sea tu cargo, dice Powell, más aislado estarás por la pompa y el personal, y más difícil y necesario será estar al tanto de lo que sucede seis pisos más abajo.
La regla número 9 pide compartir el reconocimiento. “Haz saber a tus empleados que fueron ellos quienes lo lograron, porque lo fueron”, recalca el autor, quien agrega que es el gesto humano el que cuenta. “Para llegar a la gente, uno necesita hacer algo que los toque”. Deben ser detalles personalizados; no colectivos, generales. La obligación de un líder es llegar a sueños, aspiraciones, ansiedades e incluso miedos de la gente a su cargo. Y, contrario a lo que sucede con los triunfos, que son colectivos, siempre ―siempre, siempre― los fracasos son responsabilidad del líder. De hecho, “en cualquier momento en que atribuyes la culpa de tus acciones a otra persona que no eres tú mismo, están dando una excusa; no una razón”.
La décima regla es “Mantente calmado. Sé amable”. El líder establece ambiente de calma, aunque con sentido de urgencia. Si el líder pierde la calma, se perderá la confianza en él y con ello la unión del equipo.
La regla 11 pide tener una visión y ser exigente. Por encima de misión, visión, valores y política de calidad de cualquier equipo, está el propósito, definido por Colin como “destino de una visión”, enfocado en los aspectos más nobles de la organización. No es tanto lo material que se logra, sino lo inmaterial que da grandeza a la misión y visión del trabajo que se emprende. Esto ya no se trata de metas, sino de inspiración para cada uno de los integrantes del equipo, sea cual sea el nivel de ellos.
“No aceptes consejos de tus miedos ni de tus detractores” es la regla decimosegunda. Según Powell, el líder no debe mostrar miedo, y menos permitir que éste lo controle. En cuanto a quienes nos aborrecen o a su pesar nos toleran, su negatividad debe ser sólo “una línea en el espectro de opiniones”, con miras a que uno tome la muy particular y audaz decisión.
La última regla de Colin Powell es “El optimismo continuo tiene un efecto multiplicador”. Él lo aterriza en el ámbito militar al afirmar que tener mejor comunicación, dominio y control sobre los propios soldados que el que tiene el enemigo sobre los suyos reviste un efecto multiplicador. “Si uno cree y ha preparado a sus seguidores, los seguidores creerán”.
Estas 13 reglas ―como las 12 de Jordan Peterson o las de los estoicos o cualesquiera otras que de pronto resurgen― permiten, más que la aplicación puntillosa de cada postulado, una evaluación conveniente: una que siempre se agradece para asegurarnos un buen tránsito y mejor trato en nuestra pocas veces preciada cotidianidad.