La prioridad es el campo

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Sin campo no hay vida económica. Si las cosechas fueron buenas este año, el dinero circula profusamente.

Nadie debe negar la importancia del campo. Quiten la base del edificio y de nada servirán los ornativos caireles de cantera. Quiten el cimiento y ni la cruz plantada en la cumbre quedará sin rasguño. Quiten el campo en la estructura socioeconómica y de nada servirán expertos en programas computacionales, artes plásticas, inteligencia artificial, música o letras.

Querámoslo o no, todos nos sostenemos de la agricultura. Si las cosechas fueron buenas este año, el dinero circula profusamente. En caso contrario, no hallamos qué hacer para rematar tanta mercancía.

Aun así, la atención al campo es deplorable. Hablo tanto del gobierno como de nosotros: mientras continuemos creyendo que una computadora es mejor que el campo, mientras continuemos tratando al campesino con la punta del pie, mientras continuemos prefiriendo lo extranjero y permitamos que maíz y frijol cosechados sigan vendiéndose a precios insultantes, esta nación continuará estancada.

No podemos ser primer mundo sin el campo. ¿De dónde, si no, ha tomado su progreso un estado como California? Silicon Valley, la Meca de la computación, no existiría sin la bonanza que es fruto del cultivo de los campos. Pero muchos no queremos saber de cultivos, tierra o rancheros. El rancho es sólo un lugar al que vamos los fines de semana para disfrutar una carnita asada. Somos universitarios, tenemos computadoras y cuentas de e-mail, y en cualquier momento pueden llamarnos al celular “inteligente”.

Platicando con otros jóvenes, advierto que casi todos creen que el progreso está sólo en el reino de chips, internet, Chat GPT, automotores rugientes e industrias. En todo, menos en el campo.

Sin campo no hay vida económica. ¿Ya se nos olvidaron las clases de secundaria? Agricultura, silvicultura, pesca, ganadería, comercio, industria, servicios. En ese orden, desde la base hasta lo accesorio.

La prioridad es el campo. Quien no quiera verlo así está condenado al fracaso. Que conste que esto lo escribe alguien cuya especialidad se mueve en el otro extremo de la cadena. Pero las letras y la cultura no llegarán a la gente mientras ésta no satisfaga, al menos, su hambre.

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