La “nueva biblioteca mexicana”

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

Con la llegada, en 2018, de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de Estados Unidos Mexicanos inicia lo que se ha denominado Cuarta Transformación de México. En su nombre se decretan cambios que inciden, también, en lo educativo. Primero con Esteban Moctezuma y ahora con Delfina Gómez, se introduce en el ámbito de la … Leer más

Con la llegada, en 2018, de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de Estados Unidos Mexicanos inicia lo que se ha denominado Cuarta Transformación de México. En su nombre se decretan cambios que inciden, también, en lo educativo. Primero con Esteban Moctezuma y ahora con Delfina Gómez, se introduce en el ámbito de la práctica docente el concepto Nueva Escuela Mexicana.

Por supuesto que en esta nueva realidad son necesarias instituciones educativas que impulsen a una sociedad inclusiva, con equidad, aprendizaje y que privilegie la vida de la comunidad y los equipos de trabajo. Las nuevas generaciones deben crecer en espacios que provoquen la interacción, incentiven su imaginación y curiosidad, y sean centros de sana convivencia.

Ojo: al hablar de instituciones educativas debemos pensar no sólo en escuelas, sino también en centros de rehabilitación, internados y bibliotecas públicas. A la par de la “nueva escuela mexicana” también debe generarse, pues, una “nueva biblioteca mexicana”, una que asuma el desafío de renovarse y convertirse más en espacio de interactividad y tecnología, y menos en bodega de libros con silencio marcial.

La actual realidad muestra, en la transición de la lectura de lo físico a lo electrónico, a muchachos que insisten en que no tienen tiempo para leer aunque dedican en promedio dos horas diarias a la lectura de estados en las redes sociales digitales, o jóvenes que presumen su biblioteca de tres mil libros virtuales que rara vez leen, o estudiantes que recalcan que no necesitan ir al centro bibliotecario porque ahora todo puede “googlearse”. Muchos profesores perdieron no sólo sus hábitos de lectura, sino también la costumbre de considerar a las bibliotecas dentro de sus cotidianas asignaciones de tareas a los alumnos.

Debemos transitar a la consolidación de una verdadera cultura educativa al reposicionar a las bibliotecas públicas. Debemos lograr que éstas vuelvan a ser reconocidas como protagonistas del proceso educativo, sobre todo al atender a autodidactas y demás personas no sujetas a la educación formal.

Debemos poner a las bibliotecas en el centro de la agenda pública y destacar el “blindaje” de éstas contra la delincuencia, además como escenario para la convivencia familiar y educativa, sobre todo en horarios no escolares.




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