
Opinión José Antonio Rincón
Conservar y mantener la belleza de una ciudad, reclama atención permanente y no sólo pintar las fachadas de vez en cuando.
En estos días la polémica está centrada en el llamado segundo piso, con pleitos judiciales en los que atrás está la política, cuando es necesaria una obra importante para la movilidad urbana. La ausencia del oficio de la política para arreglar conflictos está ausente.
Sin embargo, lo que se tiene en el completo olvido es el centro histórico de la hermosa ciudad de Zacatecas.
Se que es un tema muy comentado, pero es necesario insistir en él porque es parte de nosotros, simple y sencillamente es la capital de nuestro estado.
El centro histórico de nuestra ciudad, inscrito como patrimonio mundial de la humanidad se cae a pedazos, sin que hagamos algo para restaurarlo.
La barranca donde desde hace siglos decidieron edificar el centro histórico de la señorial capital de nuestro estado, es hermosa y ya con su aire norteño, luce majestuosa, alabada por propios y extraños.
Conservar y mantener la belleza de una ciudad, reclama atención permanente y no sólo pintar las fachadas de vez en cuando.
Nuestra ciudad ha vivido de todo, desde guerras hasta atención esmerada de ciudadanos y gobierno.
Particularmente los sexenios de Cervantes Corona y de Genaro Borrego vieron la voluntad política de los gobernantes en la conservación del centro histórico. Entre los ciudadanos, destaca sin duda un grande: don Manuel Sescosse, guardián de la belleza de la ciudad y creativo conservador.
En la actualidad, el descuido cada día es más evidente. Se contabilizan en más de un ciento las construcciones en franco deterioro o de plano ya ruinoso.
La mayoría de los inmuebles que en ese estado se encuentran son propiedad privada y todo indica que sus dueños los han abandonado, y aunque a veces puestos a la venta, el precio que piden resulta inalcanzable.
En esas condiciones, es urgente que el gobierno estatal y municipal, en vez de estarse peleando con daño a la ciudadanía, diseñen una política pública agresiva y creativa para salvar el centro histórico y no sólo pintar fachadas de los inmuebles en ruinas.
Con voluntad política, siempre hay rutas a seguir.
El mayor ejemplo lo tenemos en la Ciudad de México, que fue prácticamente resucitado en el tiempo que gobernó la capital Andrés Manuel López Obrador, de la mano de la iniciativa privada.
Amalia García también dio ejemplo al construir la plaza bicentenario en un inmueble en conflicto de particulares. La decisión fue muy buena, porque a la vez que salvó el inmueble, lo integró arquitectónicamente al centro histórico.
El centro histórico está olvidado, cuando es igual o más importante que la cuestión del segundo piso.
Ese deterioro ha propiciado que muchas personas que vivían en el centro hayan huido porque se ha convertido un bosque de antros. Hace falta que vuelvan las personas porque son la vida de una ciudad.
Cuánta falta hacen gobernantes con oficio político, pues la política es invención humana para solucionar conflictos y proporcionar bienestar a las personas.
Si el olvido continúa, puede perderse el título que la ONU le otorgó a la ciudad y ya para qué polémicas estériles de un segundo piso.