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El recreo

¿De qué sirve prohibir?

¿De qué sirve prohibir?

José Luis Medina Lizalde.

Hay muchos sucesos de la vida colectiva que generan relatos orales destinados a extinguirse si no encuentran cronista que los haga trascender.

J. Luis Medina Lizalde
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17 de abril 2025

Hay quienes no han aprendido que las prohibiciones de lo que a unos gusta y a otros disgusta no llevan a nada, los narcocorridos duran en la memoria más que los hechos que los inspiran. Cuando la pesadilla social de las secuelas del narcotráfico sean dolorosos recuerdos las venideras generaciones seguirán evocando tiempos idos escuchando “Jefe de jefes” con los Tigres del norte del mismo modo que en el ambiente propicio seguimos solicitando el “Corrido de los Pérez” al primer mezcal de la jornada etílica.

Hay muchos sucesos de la vida colectiva que generan relatos orales destinados a extinguirse si no encuentran cronista que los haga trascender, los movimientos sociales armados o civiles generan historias musicalizadas algunas de las cuales llegan para transmitirse de generación en generación, son ampliamente conocidos los corridos de la Revolución y del movimiento Cristero pero son más los que narran hechos locales que no tienen la poderosa difusión que brinda la industria del espectáculo y que no sobreviven más allá de la generación que los produjo.

Una motivación para asistir al “Gallito” de los entonces estudiantes no muy bien portados era el deleite de escuchar a “Don Ángel el del arpa” que disponía del repertorio de corridos más amplio y genuino del que yo tenga conocimiento, con la ventaja de que el entonaba composiciones originales, no versiones comerciales. Su calidad cultural fue reconocida por el Instituto de Antropología e Historia que tuvo el acierto de grabar las más representativas de sus interpretaciones.

Los que reaccionan al incidente del cantante que decepcionó a su público al negarse a interpretar narcocorridos de su repertorio, buscando prohibir el género musical, confunden, una vez más, el síntoma con la enfermedad. Es tiempo perdido, solo servirá para estimular su difusión al dotarlos del sabor de lo prohibido.

No obstante lo anterior, no debemos ser pasivos ante el auge de la narco-cultura si queremos alejar a los adolescentes y jóvenes de la seducción criminal, pero el dilema no estriba en prohibir o no hacer nada.

Hay maneras

La premisa básica es que la autoridad no debe confundir el respeto a la libertad de expresión con el fomento a los narcocorridos que exaltan la violencia, la contratación de cantantes del género con cargo a los contribuyentes es evidencia de la falta de criterio de los gobiernos, particularmente municipales, que para agradar al respetable contratan para sus ferias a los más populares difusores de las hazañas de los jefes de los cárteles, ¿No es verdad que en buena medida el auge del género “tumbado” ha sido financiada con recursos públicos?

Algo que debemos asumir es que el debate del tema, la convocatoria a los compositores y ejecutantes del género para que cambien de enfoque, de temas y por ende de mensaje.

Claro, se les pide renunciar a un mercado ya existente, algunos estarán dispuestos, otros no tanto, pero el cuestionamiento al mensaje apologético ya es un dique a su negativa influencia.

Ningún medio impreso de los actualmente en circulación hubiera competido con éxito con la revista “Alarma” en sus mejores tiempos, su éxito lo fincó en la nota roja, sensacionalista, impactante al grado de crear adicción en su numeroso público, en ese periodismo no cabe la contextualización, la precisión informativa, el rechazo a la especulación irresponsable ¿Hizo escuela la revista “Alarma”? dígalo usted.

El panorama de la comunicación del fenómeno delincuencial incluye a periodistas de gran calidad profesional como José Reveles, hasta vividores del sensacionalismo que logran éxitos de ventas con historias construidas sin sustento.

Al igual que con los narco- corridos, la autoridad no debe inhibir la libertad de expresión de los forjados en la cultura de la revista “Alarma” pero sí satisfacer el derecho a la información con oportunidad, contexto y veracidad.

Cuestión de imaginación

Las películas y series de televisión son parte integral del culto a la violencia que a diferencia de los narcocorridos y del periodismo de tono amarillo constituyen una variable más allá de nuestras fronteras al ser la industria cinematográfica de los Estados Unidos la más importante impulsora del culto a la violencia en el mundo, pero México supo aportar al mundo cine de gran calidad al mismo tiempo que Hollywood entraba en auge, podemos acceder a una segunda época de oro del cine mexicano mediante el fomento público al cine y a la televisión de contenido alternativo al que lucra con el tema de la violencia endosada al pueblo mexicano como defecto de raza.

Si en vez del prohibicionismo la autoridad auspicia el uso sano y creativo del tiempo libre de los adolescentes la narco-cultura se evapora más pronto que la mentalidad que alguna vez ´prohibió la minifalda y el pelo largo.

Nos encontramos el lunes en Recreo

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