La IP asustada y el gobierno sin canicas

La falta de crecimiento económico ha sido un constante dolor de cabeza durante décadas y ningún gobierno ha sido capaz de acelerarlo más allá de un 2% promedio anual. Solo en los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo se lograron crecimientos superiores al 4% anual que no sobrevivieron, o porque llegó … Leer más

La falta de crecimiento económico ha sido un constante dolor de cabeza durante décadas y ningún gobierno ha sido capaz de acelerarlo más allá de un 2% promedio anual.

Solo en los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo se lograron crecimientos superiores al 4% anual que no sobrevivieron, o porque llegó la recesión provocada por el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York en 2001 o porque se apareció la macro crisis financiera mundial del 2008.

No obstante una de las promesas básicas de Enrique Peña Nieto fue lograr un crecimiento promedio anual del 5%, esta, como muchas otras, se olvidó por la ineficacia y corrupción que caracterizó al peñismo.

Ahora, el presidente Andrés Manuel López Obrador insiste en un crecimiento de 4% anual pese a que su primer año apunta a terminar con cifras negativas, tanto que el propio Primer Mandatario ha dejado a un lado las cifras de crecimiento con aquello de que “no habrá crecimiento, pero si hay desarrollo”.

El ejemplo de China revela claramente que el mejor programa de combate a la pobreza es un crecimiento económico grande y continuado. China ha logrado tasas promedio anual arriba de 7% y lo ha mantenido ya durante más de 15 años.
Gracias a ello, China presume que más de 500 millones de chinos han salido de la pobreza.

En México, las crisis económicas caracterizadas por la inflación y devaluación en las décadas de los 70 y 80 hundieron a más de la mitad de la población en la pobreza y, cuando menos a una cuarta parte, en la pobreza extrema y ninguno de los programas de ayuda ha sido capaz de revertir esa situación, aunque sí se ha logrado reducir buena parte de la pobreza extrema.

Los gobiernos neoliberales, como AMLO los llama, decidieron reducir la inversión pública como porcentaje del PIB y dejar que la inversión privada fuera mayoritaria con el pensamiento de que siempre los particulares invierten mejor que el gobierno.

A estas alturas, con datos al segundo trimestre de este año, la inversión pública representa el 20.5% del PIB y la inversión privada el 80.5%.

Es claro que López Obrador quiere cambiar esa realidad y volver a los tiempos en que el Gobierno era el que invertía y era el que reemplazaba al libre mercado como factor esencial del desarrollo.

Para AMLO la fórmula neoliberal no funcionó y habría que regresar a las épocas en las que el gobierno no sólo creaba un buen ambiente económico, sino que conducía la economía.

Las primeras manifestaciones claras de ese pensamiento es la cancelación del NAIM, que se construiría con inversión privada y su reemplazo por proyectos como Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía que se harán mayormente con dinero público.

Aunque es temprano para pronosticar resultados, los primeros signos son que el proyecto no será exitoso. Ya en el presupuesto de 2020 las inversiones en esos proyectos no son las que se requieren para que se terminen siquiera a finales de este sexenio; el gobierno no tiene suficiente dinero para hacerse cargo de la mayor parte de la inversión y el sector privado ha preferido guardar sus canicas en espera de que haya seguridad jurídica y un clima que garantice la rentabilidad de las inversiones.

Hasta el próximo lunes y mientras, sígame en mi página de FB, Perspectivas de Luis Enrique Mercado y en mi cuenta de twitter @jerezano52.

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