La indiferencia y olvido de los Portales de Lizaola

Carlos López Gámez.
Carlos López Gámez.

Calificativos de esa naturaleza se quedan cortos para tratar de entender, aunque en mínima fracción, lo que está ocurriendo en este pueblo minero con los bienes catalogados como Patrimonio del Municipio, concerniente a lo histórico y cultural. Uno de los pocos ejemplos lo tenemos y permanece aún de pie, de forma casi milagrosa: los Portales … Leer más

Calificativos de esa naturaleza se quedan cortos para tratar de entender, aunque en mínima fracción, lo que está ocurriendo en este pueblo minero con los bienes catalogados como Patrimonio del Municipio, concerniente a lo histórico y cultural. Uno de los pocos ejemplos lo tenemos y permanece aún de pie, de forma casi milagrosa: los Portales de Lizaola.

La añosa estructura de los soportales data de 1761. Su promotor fue un acaudalado comerciante avecindado en este lugar con el nombre de Sixto Lizaola.

El propósito: dotar a la comunidad de un edificio donde se concentrarían comerciantes establecidos, principalmente en el pasillo y tanto en el interior como en su alrededor se permitía la presencia de los vendedores informales.

A los portales se les llamó desde un inicio como el Parían. Con el paso del tiempo se convirtió en el centro comercial por excelencia. Le ubicamos frente a las instalaciones a las cuales acudían diariamente carruajes y carretas para el transporte de personas como de mercancías hacia diferentes destinos de la región. Era una especie de central de diligencias y carretones.

Diariamente y a cualquier hora, los diversos giros comerciales atendían a la población de la ciudad y de la región. La central de carretas y carruajes ocupaba un solar frente a los portales y llegaba hasta lo que en el presente es el jardín y hemiciclo a Hidalgo.

En ese tiempo el tianguis popular, entre otras cosas, se instalaba en la explanada que en el año de 1983 se convierte en el Jardín del Obelisco. Las carretas con diversos productos provenientes del campo y de otras regiones llegaban al mesón de San Rafael (ahora el estacionamiento de la calle Morelos).

El centro comercial en torno a los portales empezó su debacle a finales del siglo XIX con la transformación de la plazoleta donde funcionaba la central de carretas y carruajes para dar paso a construcción de viviendas.

Al iniciar sus funciones regulares el Mercado Juárez en 1906 y el mercado de la carne, dieron paso a un nuevo centro comercial, el cual a la fecha está vigente con infinidad de contradicciones. Desplazo a los portales.

El inmueble de referencia empezó a sufrir innovaciones sin razón o fundamento, es cuando comienza su destrucción por infinidad de criterios fuera de lo normal.

En la década de los 30, en la parte alta de los portales se instala un casino de juego y fumador de opio regenteado por Francisco Pang, quien a la vez era propietario de los comercios El Surtidor y Mar Pacífico, los cuales operaban con un permiso otorgado por la presidencia municipal.

Al llegar a los 70 del siglo anterior, las escrituras de una parte de los portales aparecen en manos de la prestamista María Olvido, quien al fallecer, nadie se presentó a reclamar lo que llegó a acumular durante su existencia.

El Gobierno del Estado se autonombra propietario de una fracción de la finca y decide que en la parte alta se rehabilitaran celdas y oficinas de la Policía Judicial y Agencias del Ministerio Público del fuero común. En la parte baja, por la calle Comercio, se instalan las oficinas de Obras Públicas del Estado.

Por otra parte, empezaron a surgir dueños de fincas colindantes a los portales y se realizan innumerables obras de construcción. En el presente se exhiben escrituras de fincas, más no del pasillo donde están de pie las arquerías de cantera.

Durante el gobierno de Arturo Romo se propuso el rescate de los portales y se emprenden acciones encaminadas a su rehabilitación. Se atiende principalmente al corredor de la arquería. Las fincas colindantes al interior se han modificado totalmente y han perdido vestigios de la arquitectura original.

Para conservar ese pasillo se determina convertir la arteria al frente en pasaje peatonal, el cual nunca funcionó por la actitud de los vecinos.

Se propuso además la regularización del espacio para uso de comercio y se aprobó solamente cuatro estanquillos de estructura uniforme.

La situación actual de los llamados portales exige la inmediata presencia de las instituciones que fueron creadas para rescatar, conservar y darle uso adecuado a ese tipo de inmuebles tomando en cuenta lo que fue desde sus orígenes.

De no intervenirse a tiempo, con responsabilidad más que nada, sin protagonismo ni mucho menos exhibicionismo, los añosos portales de Lizaola en cualquier momento sucumbirán.

Es innegable además que habrá daños colaterales y lo que mayormente preocupa al vecindario son desgracias que lamentar.
Sin embargo, sin tratar de ser agoreros del infortunio, nos atrevemos a exponer que conociendo el perfil de quienes son titulares del ejecutivo municipal, en este caso, nada harán para proteger los bienes patrimoniales de Fresnillo. Espero equivocarme, pero de ello, el tiempo dirá.

La edificación data de 1761 y actualmente está a punto de colapsar por la falta de atención.



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