La corrupción puede matar

Simitrio Quezada.
Simitrio Quezada.

En el contexto de los intereses individuales o de grupúsculo, dos ejes parecen mover lo más bajo de las dinámicas de política y gobierno: la obtención de dinero y la obtención de poder. Así, en la noblemente concebida definición de Política se delata la miseria del humano. En su momento lo advirtió Ayn Rand: Cuidado … Leer más

En el contexto de los intereses individuales o de grupúsculo, dos ejes parecen mover lo más bajo de las dinámicas de política y gobierno: la obtención de dinero y la obtención de poder.

Así, en la noblemente concebida definición de Política se delata la miseria del humano.

En su momento lo advirtió Ayn Rand: Cuidado con quienes piden sacrificios, pues tras cada uno hay también un beneficiado de él.

Así vemos con frecuencia a populistas que esconden un beneficio personal o de clan. Vemos a quienes imponen a otros austeridad y en un ámbito secreto atesoran todo lo que pueden.

Vemos, en curiosa dicotomía, a adinerados voraces que buscan, sin ética, todo el poder posible, y a poderosos voraces que buscan, sin ética, todo el dinero posible.

Vemos a empresarios que quieren ser candidatos y entrar al mundo de la política. Vemos a políticos que comienzan a montar sus empresas para entrar al mundo del negocio.

Hay juego y rejuego: cruce constante de estos inescrupulosos intereses e interesados.

Tanto unos como otros pueden converger, para lograr sus objetivos, en prácticas de corrupción.

La renovación de la alfombra del recinto oficial por 600 mil pesos, la licitación de repintado de estacionamiento oficial por 400 mil pesos, la impresión de gafetes para funcionarios por 35 mil pesos, la compra de dos galones de alcohol isopropílico para el personal por 9 mil pesos… el dinero público se transferirá gozosamente y muchas veces diversificadamente. Las facturas llegarán orondas y nadie dirá algo porque no conviene (porque sí conviene).

Estamos frente a la corrupción que implica moche, transa, simulaciones, complicidades, alteración de facturas, compra de materiales que llegan no sólo con sobreprecio sino además calidad ínfima.

La corrupción, entonces, también puede matar. Quien roba no es sólo ratero: también puede convertirse en asesino.

Todo esto se agrava cuando la prioridad de los gobernantes continúa siendo la conquista de votos (porque continúan en campaña, siguen siendo políticos y no gobernantes) más que la atención a los gobernados.

Para mayor infortunio en este país, a la corrupción sigue casi siempre la impunidad: binomio que mantiene muy bien lubricado el sistema corrupto.




Más noticias


Contenido Patrocinado