Un niño y su oso de peluche

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

¿Qué pasa por la mente y el corazón de un niño pequeño que abraza un oso de peluche y duerme plácidamente?

“¿Quién quiere vender conmigo la paz de un niño durmiendo?”

Esta bonita frase de la canción “El Vendedor” del conjunto español “Mocedades” me ha hecho preguntarme una y otra vez qué puede pasar por la mente y el corazón de un niño pequeño que abraza un oso de peluche y duerme plácidamente. Y es que la escena, nada difícil de imaginar, no representa más que eso: un niño dormido abrazando a su oso de peluche. Es decir, si se le toma una foto a ese niño y se le pregunta ¿qué ves aquí? Respondería con simpleza: “pues soy yo dormido, abrazando a mi oso de peluche”. ¿Sabe usted algo? Yo quisiera dormir siempre así.

Alguna vez leí por ahí que “éxito es poder ir a la cama cada noche con la conciencia tranquila”. Ese niño es, entonces, el mejor ejemplo del éxito que todos anhelamos alcanzar algún día y que, después de todo, no tiene por qué resultar tan complicado. Sólo que a medida que entramos en edad nos distanciamos cada vez más de ese niño y, en consecuencia, del éxito que a la mejor andamos buscando en el lugar equivocado.

La escena me invita a reflexionar sobre lo siguiente: En primer lugar, una conciencia tranquila; es decir, la certeza de que no se lastimó a nadie, no se debe nada a nadie y es posible mirarse a sí mismo a los ojos frente al espejo y sonreír. Se obró el bien ese día y se merece el descanso. En segundo lugar, el gesto de abrazar al oso de peluche representa esa vulnerabilidad que todos tenemos -aún el que aparenta ser más fuerte- de necesitar a alguien a nuestro lado para darnos consuelo en nuestra debilidad y coraje para afrontar los retos que la vida nos impone en todo momento. Alguien que sólo esté ahí, tal vez sin decir o hacer nada, pero que esté de verdad y con esa magia que sólo ese alguien tiene de hacerle sentir a uno seguro.

Y, tercero, dormido. Así, sin sobresaltos, incluso roncando. Sumido en la profundidad de los sueños que no se sueñan, esos que no pasan después como una película por nuestra memoria, sino que nos dan la sensación de que nos perdimos profundamente durante algunas horas para recargarnos las pilas. ¡Ah, qué maravillosa es esa sensación de despertar sintiéndose completamente repuesto y relajado para hacer frente a un nuevo día! Y, ¿sabe qué otra cosa? Si se comienza así el día no debería de haber nada, absolutamente nada que estropeara el propósito de terminarlo con igual actitud. Cansado, eso sí, pero feliz y en paz. Otra vez con la conciencia tranquila y listos para abrazar a nuestro oso de peluche e ir a la cama a repetir la hazaña.

¿A poco no se le antoja?

[email protected]




Más noticias

juan carlos ramos leon
juan carlos ramos leon
juan carlos ramos leon
juan carlos ramos leon
juan carlos ramos leon
juan carlos ramos leon

Contenido Patrocinado