Influencers

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Una auténtica influencia conlleva cierta responsabilidad.

La existencia de las redes sociales ha permitido que muchas personas que antes permanecían en el anonimato encontraran la oportunidad de ofrecer contenidos de valor para ciertos grupos de audiencias a las que anteriormente sólo se podía llegar a través de los medios de comunicación, consiguiendo con ello algo de aceptación y aprobación y, en consecuencia, cierta popularidad. También han permitido que personajes famosos como deportistas, artistas o políticos pudieran estar más cerca de sus admiradores y seguidores interactuando con ellos de diversas formas. Es decir, las redes sociales lograron romper una barrera muy importante entre diversos públicos y sus líderes de opinión (de facto o en potencia) que antes era explotada comercialmente por los medios de comunicación, los cuales han tenido que evolucionar con ellas.

Pero no todo es perfecto; al derribarse esa barrera y abrirse completamente esos canales se dio foro y voz a todo tipo de gente, preparada y no, para expresar sus ideas, convicciones y hasta locuras. Y vaya que han sido muchos los que, con tal de adquirir más seguidores, se han valido del ridículo y hasta de poner en riesgo su integridad moral y física e incluso su vida. Varios la han perdido en esos intentos y esto pone de manifiesto un creciente apetito que ha despertado en cada vez más personas, principalmente jóvenes, el deseo y la ambición muchas veces desmedida de conseguir un “like” o un nuevo seguidor.

De hecho no sé si sea broma o se maneje con cierta seriedad, pero se escucha decir que las nuevas generaciones no quieren ir a la universidad para ser ecónomos, abogados o doctores, sino que su propósito en la vida es convertirse en grandes influencers. Pero si el río suena es porque agua lleva así que ahí se lo dejo de tarea.

Al final está claro que esa posibilidad de crear una audiencia a la cual dirigirse y sobre la cual lograr -como el término lo sugiere- una auténtica influencia conlleva una cierta responsabilidad. Y también está claro que, derivado de que hay quien está consciente de ello y quien quizás no -o quizás sí pero no le importa-, las redes sociales se encontrarán plagadas de influencers positivos, influencers negativos y charlatanes. Pero considere usted una cosa: Para que un idiota se vuelva famoso y popular tiene que haber, por lo menos, otro idiota que le aplauda. Así que si el chango hace su gracia y nos tiene muertos de la risa no esperemos que deje de hacerla.

¿Quisiéramos mejores modelos para nosotros y nuestros hijos? Seleccionemos bien a quién seguimos y ayudemos a nuestros hijos a hacer lo mismo. Y, es más, ¿por qué no convertirnos nosotros mismos en influencers? Si tenemos algo interesante que compartir con otros, algo que verdaderamente pueda aportarles algo, es mejor ocupar el espacio que hoy ocupan otros para regar por ahí su basura.

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