El arte de saber escuchar

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Algunas personas se han acercado a mí y me han dicho “a veces siento que debería de ayudar un poco a los demás pero no sé cómo”.

Todos solemos ser un tanto avaros con el dinero -poco o mucho- que tenemos. Pero, como que conscientes de que el dinero va y viene, solemos ser completamente avaros y egoístas con algo que sólo va y ya no viene: el tiempo.

Nos resulta mucho más fácil meter la mano en el bolsillo para sacar una moneda y darla al que nos pide en el semáforo que retirarnos el reloj de la muñeca y sentarnos en el parque a conversar con un desconocido.

Algunas personas se han acercado a mí y me han dicho “a veces siento que debería de ayudar un poco a los demás pero no sé cómo”. La respuesta es bien simple: regálales unos minutos y sólo escúchales. Lo demás vendrá solo. Muchas personas, especialmente las más pobres y desprotegidas, demuestran una gran necesidad de ser escuchadas; pero no vayamos tan lejos. En nuestro propio entorno todos necesitamos ser escuchados. Pero escuchados de veras, con una escucha activa, no nada más “oídos”. Es decir que de la escucha debe de desencadenarse una auténtica conversación que denote el interés en los temas planteados aunque no necesariamente sea con el fin de obtener conclusiones o brindar algún consejo. Solamente ser escuchados.

Nadie da ya de su tiempo y es que a nadie nos alcanza. No sabemos ni para qué, pero siempre necesitamos más tiempo. Y sólo pensar en ir a invertirlo en escuchar a alguien nos da como que quién sabe qué cosa, máxime si se trata de un desconocido. “Suficientes problemas tengo yo como para todavía ir a escuchar los de otros”, solemos pensar. Y eso nos detiene y nos priva de la oportunidad de hacer un bien auténtico a otros, algo que hace muchísima falta.

Sentirse escuchado es sentirse que se es importante para alguien, que no se encuentra uno solo en el camino. Y, como ya le comentaba, no se trata de ponerse a encontrarle solución a los problemas de los otros, ni siquiera a ofrecerles consejos: Sólo escucharles. Es sorprendente como la gente, al sentirse tomada en cuenta por medio de la escucha activa, deja fluir con tanta naturalidad sus emociones. Cuando menos se espera ya hubo risas y lágrimas, y el resultado final es una anhelada paz.

Conozco a muchas personas que acostumbran llevar comida a los familiares de pacientes del hospital general o que van de visita a los asilos y otros cuantos que hacen brigadas de acción social a comunidades marginadas, incluso misiones de evangelización; y el testimonio de todas coincide en lo mismo: lo que más le hace bien a las personas es que nos sentemos con ellas a escucharlas un ratito.

Mire, quién sabe. Al escuchar a alguien podemos estarle haciendo cambiar una mala decisión tomada de lastimar a otro o a sí mismo con tal de llamar la atención. Y entonces habremos hecho un bien de gran trascendencia.

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