Un ideal

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Yo siempre he pensado que exigir el cumplimiento de un derecho  violentando el de los otros no es una práctica legítima pero en fin.

Volvió a pasar. Este último miércoles, un pequeño contingente de mujeres, en una marcha para exigir la despenalización del aborto en nuestra entidad, pasó por las calles del centro histórico dejando todo tipo de vandalismo y destrucción a su paso. Yo siempre he pensado que exigir el cumplimiento de un derecho  violentando el de los otros no es una práctica legítima pero en fin. Al igual que usted que está leyendo esto yo volví a preguntarme ¿por qué lo hacen? ¿Por qué tiene que ser de esa manera? Y fue hasta que estuve analizando en redes sociales las reacciones de rechazo de otras mujeres a lo acontecido que deduje esto que le voy a compartir.

Los comentarios de rechazo iban, más o menos, por el orden de “eso no está bien, esas mujeres no me representan”. Y cosas similares. Y llamó mi atención que a todos estos comentarios de rechazo una jovencita contestaba con mensajes agresivos. Yo me preguntaba ¿qué es lo que mueve a esta chica a estar ahí peleándose con todos los que afirmaron no estar de acuerdo con los hechos? Y la respuesta es la necesidad de abrazar un ideal. En una época tan carente de líderes auténticos, de causas por las cuales valga la pena luchar verdaderamente, si llega alguien y te ofrece un ideal y te convence de por qué debes de luchar por él, ahí está la respuesta.

Quiero pensar, por ejemplo, que esta jovencita estaba ahí sin que alguien le prestara atención y se cruzó en su camino con una de estas activistas que le dijo: “tú me importas, no estás sola, pero la causa de tus males es el hombre opresor, es un gobierno al que no le importas y es el capitalismo que dejó sin trabajo a tu padre y por eso terminó abandonando a tu madre, ven a gritar fuerte con nosotras para que nos oigan y nos den lo que les pedimos”. Y si esta jovencita estaba pasando un mal rato porque su novio la dejó o, peor aún, la embarazó y se desapareció, o su padrastro la golpeaba e incluso la violaba pues imagine usted el resultado.

No tiene la culpa el indio sino quien lo hace compadre. Tal vez si hubiera llegado antes a donde ella se encontraba un religioso o un altruista la habría ganado para una causa completamente distinta, no lo sé. El secreto es decirle a esa persona “tú me importas”. Y, sí, estoy seguro que quien mueve los hilos arriba persigue intereses muy mezquinos y que este tipo de jovencitas terminan por convertirse en su carne de cañón.

Clamamos por verdaderos ideales. Nos urgen líderes inspiradores que nos conduzcan al bien. Necesitamos figuras que lleven a la reconciliación. No discursos de odio, no promoción de división social ni de ideas y sentimientos negativos. Conviértase usted mismo en un activista del bien.

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