Un buen ejemplo

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Está claro que no hay fórmulas que aseguren un resultado deseado en la formación de los hijos. Pero sí hay un principio fundamental que, si bien no es infalible, sí es promisorio.

Platicaba con algunos matrimonios sobre el gran reto que nos impone a los padres educar a nuestros hijos en esta era de las redes sociales. Y todos coincidíamos en que la tenemos bien difícil. Pero entonces me planteo la pregunta ¿acaso no la tuvieron igual de difícil mis padres al educarme en la era de los medios de comunicación? Cada generación de padres enfrenta retos distintos, tal vez es lo divertido del asunto de la paternidad.

Los que somos padres más de una vez hemos volteado al cielo desesperados pidiendo auxilio porque ya no sabemos qué hacer en determinadas circunstancias que se presentan durante la formación de nuestros hijos. Quisiéramos que se nos hubiese inscrito en alguna especie de escuela para padres en donde hubiésemos tenido la oportunidad de aprender a serlo y no andar siempre improvisando. Y, claro que hay toda clase de literatura, seminarios, consultorías, etcétera al respecto, pero la realidad es que no hay un manual o una receta que aplique para absolutamente todos los casos. Cada persona es distinta y eso hace que cada padre y cada hijo formen una historia que se cuece aparte.

Está claro que no hay fórmulas que aseguren un resultado deseado en la formación de los hijos. Pero sí hay un principio fundamental que, si bien no es infalible, sí es promisorio: darles un buen ejemplo. Dirá usted “¿para eso te estoy leyendo, ciudadano de a pie? ¿Para que acabes llegando a una conclusión tan simplona?” Pues es que ¡así de simple es! A aquellos padres que desesperados ante algún tropiezo de sus hijos se plantean la dolorosa pregunta de “¿en qué fallé?” Yo les respondería: “¿recibieron SIEMPRE un buen ejemplo?”

Es muy común escuchar que los niños son “como esponjas”, es decir que absorben todo. Y no hay opinión más acertada que esa. Luego entonces, si es algo que ya se sabe, pues sólo hay que andar por ese camino. Insisto, el resultado no es garantía, pero sí ofrece muchas posibilidades de éxito.

El reto, entonces, termina por ser una buena persona. Ser ese “buen ejemplo” para nuestros hijos. Mostrar siempre una congruencia entre lo que se piensa y se cree y lo que se vive. Porque nuestras “esponjas” siempre estarán ahí alertas para absorber lo que les demos. Bueno o malo. Las amenazas externas siempre existirán. Ayer fueron los medios de comunicación. Hoy son las redes sociales. Mañana quién sabe qué les deparará a las nuevas generaciones, la inteligencia artificial quizás. Pero el caso es que hay cosas que nunca cambian y una de ellas es esa coherencia de vida de la que le hablo.

Todos queremos que nuestros hijos sean felices y prósperos. Y coincidimos que la mejor herencia que podemos darles es una buena educación. Pues bien, esa buena educación empieza en casa con el buen ejemplo de sus padres.

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