Si muriera hoy

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Partamos de certezas, de realidades inevitables: un día moriremos, y ese día podría ser hoy mismo

Hay un pensamiento de Steve Jobs, el fallecido fundador de Apple, que invita a una profunda reflexión: “Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar caer en la trampa de pensar que tenemos algo que perder”. Ciertamente el contexto de esta contundente frase es la idea de no conformarse jamás, de ser innovador todos los días.

Yo la quisiera poner en un contexto diferente, igualmente válido: ¿Cuál sería mi comportamiento si supiera que voy a morir hoy? O, quizás, no hoy, pero conocer el día y la hora exactos. Y llego a la conclusión de que mi comportamiento sería completamente distinto. El caer en la cuenta de que mi corazón dejará de latir y de que todo esto se acabará, me pone a pensar sobre el alcance y la trascendencia de lo que estoy haciendo precisamente en el momento en que entro en la conciencia de esto.

¿Por qué no tenemos nada que perder? Porque desde esa perspectiva, al ser conscientes de que somos finitos, sabemos que un día lo perderemos todo y que, por lo tanto, el puro hecho de vivir un día más, un minuto más, ya es ganar. Pero también debe de llevarnos a pensar que ese día y ese minuto no deben de ser consumidos de forma egoísta, desperdiciados en la satisfacción de nuestro propio placer y confort, sino que deben de invertirse en la construcción de un legado, de una forma de trascender.

Y esto nos lleva forzosamente a no conformarnos con vivir cincuenta, sesenta, ochenta años, sino a vivir con la certeza de que hay algo después por lo que vale la pena hacer un poco de sacrificio aquí para obtenerlo. En efecto, partamos de certezas, de realidades inevitables: un día moriremos, y ese día podría ser hoy mismo. No hay vuelta de hoja. Lo siguiente es ya un asunto de fe: hay vida después de la muerte y esto, estimado lector, es un principio al que su servidor se aferra con uñas y dientes pues no le es posible resignarse a lo contrario. Y en perspectiva de ello, hay que alinear la conducta de vida a ciertas reglas, principios o convicciones, llámelos como guste, que dicta el orden natural de las cosas y que sólo es posible comprender e interpretar bajo los cánones de la religión.

Desconozco quién más señale el camino después de recoger sabiduría de generaciones, conclusiones de personas iluminadas sobre la existencia y el fin último del hombre y la integración de todo esto en una especie de mapa o brújula que indique la ruta hacia la trascendencia, principio de una condición de vida perenne y tan anhelada por el hombre. Y créame, si es que cada uno somos poseedores de dicho anhelo es que para ello estamos hechos.

Este día podría ser el último. ¿Está usted preparado?




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