Sembrar la semilla del bien

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

En un océano de podredumbre hace mucha falta dejar caer algunas gotas de bien.

En una sociedad y unos tiempos en los que ocurren tantas cosas malas, viene bien alguien que vaya por ahí sembrando la semilla del bien. Nuestro querido país está secuestrado por la delincuencia. Tal vez problemas como el narcotráfico, el secuestro, el “huachicoleo”, el cobro de piso, la extorsión y otros crímenes siempre han sido parte del diario acontecer pero no creo que hayan alcanzado niveles tan escandalosos como los de ahora. Y es entonces cuando resulta difícil entender que se trata de personas haciendo daño a otras. El nivel de maldad que puede existir en un ser humano es algo que se sale de toda comprensión.

Y es así que, ante la impotencia de no tener en las manos la solución a tantos problemas, un remedio para quienes sufren tanto dolor, creo que lo que a usted y a mi, ciudadanos de a pie nos queda, es sembrar una pequeña semilla de bien por aquí y por allá.

En días pasados reflexionaba sobre muchas personas que han pasado por mi vida a las que de una u otra manera traté de poner en el camino del bien. Algunas de ellas ya no están, de otras nunca volví a saber nada y una que otra terminó por elegir un camino distinto. Y de pronto tuve la tentación de decir “¿qué me faltó hacer por ellas para que no se perdieran?” Luego caí en la cuenta de que a uno le toca sembrar esa semilla de bien en otros y ya es Dios quien se encargará de guiarlos e inspirarlos para que sigan por la senda que conduce a Él. Pero ni siquiera Él mismo interviene en las decisiones libres de aquellos a quienes creó.

Entonces, uno no es conductor de la vida de nadie pero sí puede y debe de ser buena influencia para ellas. Hay gestos bien sencillos como regalar una sonrisa por aquí, dar los buenos días por allá, ofrecer ayuda espontánea al extraño que la necesita, hacer una llamada a aquella persona a la que hace tanto que no saludamos, ceder el paso al conducir nuestro automóvil y ser corteses, en general, con los demás. Escuchar a alguien; fíjese que muchas veces ese es el mejor regalo que podemos conceder a una persona: escucharla. A todos nos hace tanta falta sentir que alguien nos presta atención…

Vuelvo a insistir: en un océano de podredumbre hace mucha falta dejar caer algunas gotas de bien. Es poco lo que a uno le cuesta pero un sencillo gesto puede trascender de forma tal que llegue a iluminar la vida de alguien e incluso transformarla. En muchos casos quizás nunca alcanzaremos a ver el fruto de aquella semilla que sembramos en otros pero sí veremos germinar en nosotros todas las cosas positivas que trae siempre consigo obrar el bien.

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