Otra guerra

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Y mi desconcierto se vuelve todavía mayor cuando el origen del conflicto está fuertemente soportado en cuestiones religiosas que se remontan a muchos siglos atrás.

Siempre que empieza una nueva guerra -aunque ésta en realidad no es nueva, sólo llevaba algo de tiempo en tensa calma- me da por pensar que los seres humanos seguimos siendo unos necios al no aprender de los errores del pasado. Ver sufrir a tu pueblo, perder a tus seres queridos de forma trágica y seguir empeñado en el conflicto dejando ir prácticamente toda tu vida en un oficio de guerra es algo que sencillamente no entra dentro de mi rango de comprensión.

Y mi desconcierto se vuelve todavía mayor cuando el origen del conflicto está fuertemente soportado en cuestiones religiosas que se remontan a muchos siglos atrás. Luego entonces si algo han heredado a sus hijos aquellos pueblos, generación tras generación, ha sido el odio. Así es. Podría imaginarse que, casi de manera sistemática, hay en los pueblos israelita y palestino padres que enseñan a sus hijos a odiar.

Ante una acción violenta generalmente corresponde otra de igual o mayor proporción. Ojo por ojo, diente por diente. Pero siempre, SIEMPRE, se puede optar por romper con la cadena destructiva de la violencia y tomar un camino distinto. Esa es la facultad superior concedida a la raza humana: la capacidad de elegir; entre el bien y el mal o entre dos bienes el mejor de ellos. Lamentablemente muchas de las veces que llega el momento de la verdad, el momento de la elección, tomamos el camino que nos señalan nuestros instintos y ahí acaba toda posibilidad de darle paso a la razón y, en consecuencia, a la construcción de una paz duradera.

Cada vez que se toca el tema de la guerra entre los pueblos israelita y palestino la conclusión es la misma: “es complicado”. Pero quitando de en medio los motivos religiosos, políticos, geográficos, históricos e incluso económicos, es ese odio tan arraigado en sus corazones y tan añejado, además, lo que vuelve prácticamente irremediable el problema. A lo largo de la historia, líderes mundiales -nobeles de la paz algunos de ellos- han tratado de mediar para la reconciliación con esfuerzos que, si bien han logrado algún efecto, éste no ha sido duradero ni mucho menos definitivo.

Dejando en el medio oriente este conflicto reflexione usted: ¿Sucede en su corazón algo similar? ¿Contra quién o quiénes libra usted su batalla? ¿Cuál es el origen de la misma, qué tanto ha permitido que se añeje? Si encuentra algo permítame sugerirle darle salida cuanto antes para que no se vuelva algo insoluble.

Por otro lado ¿qué tanto enseña usted a los suyos a odiar? Créame que si inculcamos a nuestros hijos a responder a la violencia con violencia estamos sembrando en sus corazones una semilla que difícilmente va a dar frutos de paz. Aquí nuestra gran oportunidad para romper con esa espiral de destrucción: enseñar a nuestros hijos que la violencia NUNCA es opción.

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