María desatadora de nudos

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

En nuestra vida hay un montón de nudos que ya no sabemos ni cómo llegaron a formarse tan complejos.

-Pa’, ¿me ayudas a desatar el nudo de la correa de mis zapatos? -vino a decirme recién mi hijo pequeño. -Pero, ya te he enseñado a hacerlo, ¿qué no? -Sí, pero este es muy difícil. -Pues si vas a hacer un nudo tan difícil asegúrate de que vayas a poder desatarlo después, cuando lo necesites, como ahora -le contesté. -Es que no sé cómo fue que ya se puso tan difícil, ayúdame por favor, yo solo no puedo. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que en nuestra vida hay un montón de nudos que ya no sabemos ni cómo llegaron a formarse tan complejos, pero el caso es que ahí están y que necesitamos de alguien más para desatarlos.

En días pasados tuve la bendición de visitar un santuario católico denominado “María Desatadora de Nudos”, en la Cd. De Cancún, Quintana Roo. Según la tradición, la devoción se remonta a Alemania, en donde una pareja que atravesaba por una crisis matrimonial puso en manos de la Virgen María su situación mediante la oración y el sacrificio y en la cinta de su matrimonio -en aquella región se acostumbraba que, durante el rito matrimonial, marido y mujer ataban sus manos con un listón blanco- a la cual, ante cada problema conyugal que se presentaba, la mujer ataba un pequeño nudo, repentinamente desaparecieron todos aquellos nudos. El supuesto hecho fue considerado por la pareja como una respuesta milagrosa a sus peticiones y su matrimonio se salvó. Posteriormente, un nieto de la pareja consagró a Dios su vida a través del sacerdocio y pidió se hiciera una pintura aludiendo a la Virgen María Desatadora de Nudos y ahí comenzó la devoción, promovida principalmente entre las parejas, de dejar en manos de María todo tipo de problemas, especialmente los conyugales.

Un sacerdote mexicano, el Padre Luis Pablo Garza, L.C., fundó aquel santuario y créame que todo lo que pueda contarle al respecto es poco. Millares de listones blancos cuelgan anudados en diversos túneles artificiales que serpentean en la espesura de un pequeño y pacífico fragmento de selva tropical. Le recomiendo visitarlo, sin duda.

Pero esta visita me hizo reflexionar, entre otras cosas, el hecho de que llega un momento de la vida en que traemos tantos nudos en el alma que ya no podemos con ellos, y menos solos. Necesitamos agarrar un aire de humildad y clamar por ayuda: Divina, profesional, emocional o de la que sea, pero nos urge el apoyo de alguien que nos ayude a desatar esos nudos. Quién sabe cómo llegaron ahí pero el caso es que ahí están y a veces no nos dejan ya ni respirar.

Usted y yo tenemos nudos. Muchos. Nos urge reflexionar sobre cuáles son y correr a pedir ayuda de inmediato para desatarlos. Yo ya le di este tip, espero que lo aproveche.

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