Libros de texto

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Sin ser pedagogo opino como padre de familia que vive en un país democrático, plural y libre.

Se ha desatado una gran polémica sobre el contenido de los libros de texto que el gobierno federal ha emitido para las escuelas públicas. Y esto ha sido primordialmente por dos temas: uno, claros matices de adoctrinamiento comunista (aunque la 4T lo llama “dimensión social y humanista”) y, otro, el uso de “lenguaje inclusivo” y la presentación de “nuevos” modelos familiares.

Sin ser pedagogo opino como padre de familia que vive en un país democrático, plural y libre.

Es bien difícil que, precisamente, al ser un país con tanta diversidad, se logre ponernos de acuerdo a todos en la integración de una identidad homogénea. Pero, por lo mismo, se vuelve necesario que la base de todo el conocimiento que se transmita a las nuevas generaciones respete los valores y estilos de vida con que cada sector de la sociedad y cada familia se identifique para la formación de sus hijos.

La 4T nos ha dado gobiernos en los que el resentimiento social ha sido su eje rector: desde la presidencia de la república se ha gobernado a base de odio y rencor, discurso que ha encontrado buena acogida entre quienes sienten que si son pobres es precisamente por culpa de los ricos. Y por eso el resentido social número uno -que está muy lejos de ser el “pobre franciscano” que dice ser- goza de los mismos o mejores niveles de aceptación que le favorecían en tiempos de su elección. Y ahora ese modelo de mexicano marginado y explotado parece querer asomarse a las enseñanzas de los primeros grados de nuestro sistema de educación básica. La pregunta sería ¿como para qué?

En días pasados conversaba con unos buenos amigos sobre la ideología de género que parece que se nos quiere imponer en la educación de nuestros hijos. Y coincidíamos en que llevamos a los pequeños a las escuelas para que aprendan conocimientos técnicos y científicos, pero que hay cosas que se enseñan en casa y nos corresponde a los padres y sólo a nosotros, inculcarles. Y, entre otras cosas, es nuestra responsabilidad que se sientan amados y que se formen una identidad y una personalidad firmes y seguras.

Los padres de familia no estamos de acuerdo con que se les ofrezcan -y, menos, traten de imponérseles- modelos de personas que sólo les confunden por las etapas de sus vidas en las que se encuentran. “Con mis hijos no se metan” se ha escuchado decir por ahí. Y yo estoy de acuerdo. Usted podrá estar a favor de una apertura a la diversidad sexual, pero entonces exijamos que se respeten su punto de vista y el mío y que nos dejen a nosotros formarlos según nuestras propias convicciones.

Concluyo afirmando que, si no se consideran y respetan las formas de pensar de todos los mexicanos, cualquier cosa que pongan en esos libros de texto podrá ser considerado como una pretensión de adoctrinamiento. Y merece resistencia.

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