La tibieza del bien

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Nos hemos vuelto tan permisivos y tan tibios que premiamos con fama y riqueza a “artistas” sin talento.

De veras que los niños lo hacen a uno plantearse cosas que lo ponen a pensar. Nos ponen a reflexionar sobre principios bien básicos, para acabar pronto. “¿Qué es el bien?” Me preguntaba uno de mis hijos. Y me puse a responderle desde la perspectiva del mal, o sea, lo contrario a. “¿Y qué o quién define lo que está bien y lo que está mal?”. Y nunca me había resultado tan difícil explicarlo de forma sencilla como ahora en que cada vez se pone más confuso definirlos. Fíjese bien por qué.

En el pasado, a un niño grosero y mal portado en su salón de clases, la maestra le daba un par de reglazos enfrente de todos, lo ponía en la esquina con orejas de burro -también delante de todos- y, honestamente, no sé si se enderezaba o no, pero sí que a todos los demás no nos daban ni tantitas ganas de terminar igual y mejor nos portábamos bien. La conducta del niño estaba mal y la medida tomada por la maestra estaba bien. En el presente, una maestra se atreve a subir su tono de voz a un niño y mandarlo con el director o con el prefecto de disciplina y al día siguiente la sientan en la sala de juntas con los papás del niño a darles una explicación. No es que la actitud del niño estuviera bien, pero es que tal vez necesitaba más comprensión y atención y el atrevimiento de la maestra fue una falta de pericia, de sensibilidad, un desacierto.

¿Ve usted? ¿A poco no se hizo bolas? Que conste que no le doy mi aval a aquellas prácticas tal vez un tanto humillantes y violentas del pasado, pero creo que funcionaban un poquito mejor que las de ahora. Vaya usted a preguntar a los policías y comandantes de las fuerzas de seguridad y el orden a ver cómo les va si no tratan con amabilidad a un delincuente detenido en flagrancia. Pueden terminar despedidos o sujetos a proceso. Y fuimos nosotros quienes lo permitimos de a poco, de hecho o de omisión, pero es culpa de usted que lee esto y de mí que lo escribo. De todos nosotros.

Nos hemos vuelto tan permisivos y tan tibios que premiamos con fama y riqueza a “artistas” sin talento y que escupen un montón de barbaridades en los medios y en las redes sociales y los encumbramos como auténticos modelos a seguir. Bajo el estandarte de la “tolerancia” dejamos que se colaran en cuestión de años un montón de aberraciones que vinieron a desvirtuar todo lo que nuestros ancestros, con sus vidas, tardaron épocas completas en construir.

Una sociedad que premia al tibio o al mediocre y que no castiga duramente al delincuente y a todo el que obra el mal pronto será gobernada por uno o por el otro y no quedarán más modelos del bien que los Avengers o los Superamigos.

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