La misma hora dos veces

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Ayer que cambió el horario tuve la oportunidad de vivir la misma hora dos veces.

Ayer que cambió el horario tuve la oportunidad de vivir la misma hora dos veces.

Permítame platicarle que no fue sino hasta alrededor de las once de la mañana que tomé el reloj de pulso que uso habitualmente para atrasarlo una hora, como corresponde hacer con el cambio de horario. Pero lo hice prácticamente después de haber desperdiciado esa hora. Me encontraba un poco triste por una cuestión personal y le confieso que eso me tuvo durante algún tiempo sentado en un sillón sin ganas de hacer nada. Perdí algo de tiempo dando un vistazo a las redes sociales y dándole vueltas a aquello que me tenía deprimido.

Luego caí en la cuenta de que no estaba en las manos de nadie sino en las mías el darle la vuelta a aquello y tomar un camino distinto, el opuesto. Así que puse algo de música, preparé la ducha y, después de un grato regaderazo me dirigí al templo para participar en la celebración eucarística dominical a la que suelo acudir. Y lo hice con alegría y esperanza, además. Ofrecí mis oraciones por mi familia y por un compañero de trabajo que falleció en la madrugada a cuya familia pasé a acompañar un rato a la sala de velación, después. Uno de los hermanos del deudo a quien yo no conocía se acercó a darme las gracias por haberlos acompañado. Valió la pena.

Por eso le cuento a usted que ayer viví la misma hora dos veces. Ojalá que siempre tuviéramos la oportunidad de borrar de nuestra historia personal aquellos capítulos en los que las cosas salieron mal debido a las malas decisiones que tomamos, volver el tiempo atrás y reescribirlos con mejores acciones pero lamentablemente las cosas no funcionan así. Lo que sí podemos hacer siempre es desterrar de inmediato todo tipo de sentimiento o emoción negativa en el mismo momento en que se presentan.

Muchas veces he pensado que la decisión de tener un buen o mal día la podemos tomar en el preciso instante en que abrimos los ojos por la mañana. Ahí está la mejor oportunidad que tenemos para hacer de aquel el mejor o el peor día de nuestras vidas. Y después hay que andar por la senda del bien en nuestra jornada, doblando en la esquina hacia el sentido opuesto de donde se cierne lo negativo o dando la vuelta hacia atrás si las cosas no se ven optimistas por donde vamos para tomar una ruta alterna, siempre la hay.

Yo pude vivir esa misma hora dos veces. Pero, tómeme el consejo, no desperdicie usted su tiempo. Esta próxima hora que está a punto de vivir vívala bien. Y la que sigue también. Dios ha depositado en sus manos tres mil seiscientos segundos que se le empiezan a escurrir por entre los dedos, ¡aprovéchelos bien!

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