La Iglesia

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

La Iglesia no es un edificio de cantera de bonita fachada que se encuentra erigido junto a la Plaza de Armas, en el centro de Zacatecas.

Constantemente escucho a personas criticar a la Iglesia -a la Católica, por cierto, como si fuera la única que existiera-. Muchos de ellos lo hacen por deporte en redes sociales o en la prensa y es generalmente para aparentar ser más inteligentes o estar mejor preparados que el resto, sobre todo que los que formamos parte de la misma, a quienes nos consideran “borregos”. Y con ello, a mi parecer, sólo evidencian su propia ignorancia.

Algunos afirman que la Iglesia ha dañado a la sociedad durante años. Pero cuando yo he tenido la oportunidad de preguntarle a alguno de qué forma le ha dañado la Iglesia A ÉL en lo particular ninguno ha sido capaz de darme una respuesta convincente. Sólo insisten en “el daño” que les ha hecho a muchos. A todos. Siempre. Y me recuerdan al niño que no sabe lo que quiere pero sí sabe todo lo que no quiere.

Mire usted: la Iglesia no es un templo de piedra muy grande que está en una colina en Roma. No es un edificio de cantera de bonita fachada que se encuentra erigido junto a la Plaza de Armas, en el centro de Zacatecas. La Iglesia soy yo. Y usted -si está bautizado- y, sí, los curas, monjitas, obispos, cardenales y el Papa. Los fieles y los infieles. Y quede claro con esto que todos somos un montón de pecadores que, eso sí, queremos dejar de serlo. De manera que, si usted siente que la Iglesia le ha hecho daño de alguna manera, venga y cuéntemelo que yo estoy dispuesto a pedirle perdón si así ha sucedido.

La Iglesia fue creada para hacer el bien. Para señalarnos a todos el camino hacia una vida mejor, que existe después de ésta. Para darnos esperanza y enseñarnos a coexistir en armonía en esta casa común. Y el que la fundó es quien hoy la sigue alentando a cumplir con su misión. En eso creemos quienes la formamos. Claro, habrá quien en su seno actúe perversamente para su propio provecho; también en los campos crece la maleza entre el trigo, pero no por esto la institución se desvirtúa ni pierde su razón de ser, como muchos afirman que sucede.

¿Que la Iglesia debería de cambiar? Por supuesto. Para eso está. Para cambiar lo que está mal por lo que está bien, aunque no la dejen. Y como respondió Santa Teresa de Calcuta alguna vez ante la pregunta “¿qué cambiaría en la Iglesia?” “Me cambiaría a mi misma”, dijo. Y es que todos por ahí debemos de empezar.

Ahora yo me pregunto: ¿quién le hace más daño a la sociedad? ¿Una Iglesia que busca que predomine el bien o un puñado de resentidos y frustrados que siempre están en contra de todo y a favor de nada tirando la piedra y escondiendo la mano?

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