La fama

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

La vanidad es uno de los puntos débiles más vulnerables en los seres humanos.

Por cuestiones circunstanciales conversaba con un grupo de amigos sobre el peso tan grande que debe de tener la fama que a algunos hasta termina por hundirlos. Comenzamos a hablar ahí de artistas, políticos, deportistas… Casos de éxito, de fracaso, historias de quienes caen y vuelven a levantarse, tal vez incluso más fuertes, y de los que se quedaron en el camino, enfrentando alguna adicción a las drogas o al alcohol, o alguna depresión de la que ya no les fue posible salir.

Usted recordará aquella película magistralmente protagonizada por Keanu Reeves y Al Pacino, “El Abogado del Diablo”, en la que en un par de puntos álgidos de la trama, el que hace el papel de quien se asume es el demonio, dice las siguientes palabras: “vanidad, definitivamente mi pecado favorito”. Y es que, de entre los muchos puntos débiles que tenemos los seres humanos, la vanidad es uno de los más vulnerables. Dé usted poder a quien no está preparado para recibirlo y encontrará en ello la mejor forma de acabar con él.

Es difícil de entender cómo funciona en nosotros pero dese usted cuenta de que basta cualquier halago para que se desencadene en nuestro interior como una especie de vitamina de autoconfianza que nos hace sentir invulnerables. No se diga, entonces, lo que puede suceder con quien, en verdad es un dechado de talento y se catapulta de súbito hacia la fama. ¿Qué es la fama? O ¿qué hace la fama? Imagine usted que no pueda andar por la calle o en una fiesta sin que alguien le pida tomarse con usted una foto o quiera al menos tocarle. Suena agradable, ¿no? Por lo menos al principio. Pero tarde o temprano debe de convertirse en una auténtica piedra en el zapato.

¿Y qué la hace? Que lo que uno hace o tiene sea del gusto de otro a grado tal que se llegue a admirarle y se desee imitarle formándose como una especie de obsesión -y que en algunos casos, en efecto, ha alcanzado niveles enfermizos-. Y es que los seres humanos tenemos muchas carencias, como espacios vacíos que llenamos con aspiraciones hacia la belleza y el talento; y cuando encontramos con el modelo que los representa a la perfección, nos identificamos plenamente y nos proyectamos en aquella persona, obsequiándole, junto con otros, esa fama para la que puede estar o no preparada.

El caso es que la fama atrae al dinero, y el dinero al poder. Y el poder es como aquel material radioactivo, con tal inestabilidad que, si no se le manipula apropiadamente, termina por causar daño. Y quien comienza a alimentarse con aquellas dosis de halagos ve abrirse por todas partes puertas que amenazan con abrirle paso hacia su propia destrucción.

El efecto de la fama es diferente en quien se ha vacunado con sus buenas dosis de humildad.

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