El INE no se toca

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

Se trata de la consigna a la que todo el pueblo -sensato- de México nos estamos sumando.

Se trata de la consigna a la que todo el pueblo -sensato- de México nos estamos sumando. Y es que resulta que su autonomía e independencia, ambas condiciones las únicas garantes de la democracia en nuestro país, se ven amenazadas por el tirano que indignamente ostenta la banda presidencial tricolor.

Este señor se ha dedicado a desprestigiar, denostar, insultar, conflictuar, agredir y un sinfín de etcéteras, como parte de su aparente pretensión de desmantelar pieza por pieza el país que fue puesto en sus manos hace ya casi cuatro años. Los objetivos de esta letanía de ataques han sido todas aquellas personas o instituciones que se convierten en una piedra en el zapato a todos sus retrógradas, sucios y turbios planes. Ha sido como un niño berrinchudo que patea o golpea todo aquello que le estorba en su trayectoria hacia el engrandecimiento de su ya inflamadísimo ego.

Ahora más que nunca está dejando claro que pretende perpetuarse en el poder. En los últimos meses se ha hablado tanto de quién será su sucesor, si su Secretario de Gobernación, si el de Relaciones Exteriores o su alfil en la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. “A mi denme por muerto” dijo casi desde que empezó. Pues no le sorprenda a usted que se trate de otra de sus perversas mentiras.

Y es que, si en verdad su gestión trae el nivel de aprobación que se dice que trae y si su “movimiento” se encuentra tan afianzado como él presume que está, ¿para qué quiere comprar al árbitro? Y, dese cuenta usted, además, que se trata del mismo árbitro que le levantó la mano en el 2018, defendiendo una elección democrática de un pueblo con poder de voto cuyo mandato en las urnas fue indiscutible. Hoy él lo cuestiona sin ningún sustento válido. Y su única razón es que defiende tanto el poder del ignorante que votó por él como el del que no lo es y votó en su contra. 

Perdone usted si mi tono le parece elitista pero sí lo es. Y que conste que no es a favor del rico y en contra del pobre. Es en contra del ignorante, se encuentre en la posición económica que se encuentre, porque hoy en día se tiene claro que quien sigue creyendo en él y en sus disparates no merece otra etiqueta que esa, la de ignorante.

Decía yo, si las cosas le van tan bien, ¿para qué obstinarse en comprar al árbitro? Sólo encuentro dos posibles respuestas: Una, o no le va tan bien como dice o, dos, va a pasar por encima de sus “corcholatas” -y de paso por encima de todos los mexicanos- y se va a adueñar del Palacio Nacional por otros seis o quién sabe cuántos más años. O tal vez aún no lo decide y por eso quiere dejar un árbitro a modo. Juzgue usted.

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