Don dinero

Juan Carlos Ramos León.
Juan Carlos Ramos León.

El dinero compra placeres, comodidad y experiencias que todos merecemos y necesitamos.

“Poderoso caballero es don dinero”, reza la frase. Y, en efecto, casi no hay puerta que el dinero no abra o cosa que no compre. Y, como todo poder, puede ser usado para bien o para mal. Para bien de uno o de pocos o para bien de muchos. Y queda claro que también puede ser usado para dañar, para hacer el mal en proporciones inimaginables. Por ejemplo, se ha preguntado usted ¿quién financia a los grupos terroristas, las milicias o a los extremistas que hoy están causando estragos en medio oriente? No tengo yo una respuesta pero le aseguro que si indagáramos un poco nos sorprendería lo que encontraríamos ahí.

Luego están los que ganan dinero haciendo el mal y no encuentran límites para sus ambiciones. El narcotráfico, por ejemplo, y todos los negocios sucios que giran en torno a él: el cobro de piso, mediante la intimidación, el comercio de combustibles robados o adulterados, el secuestro y otros tantos que van volviéndose parte de los grandes corporativos de las mafias mexicanas que claramente se han dejado crecer ante las omisiones -y a veces hasta parecería complicidad- de los gobernantes.

Hay, también, quien hace dinero para vivir bien, por supuesto, y creo que este es su uso más legítimo: poner las propias habilidades al servicio de otros y hacerlo extraordinariamente bien, con constancia y habilidad, y recibir una recompensa por ello. El dinero compra placeres, comodidad y experiencias que todos merecemos y necesitamos. El problema llega cuando el dinero enferma a las personas, las pervierte y envilece. Esto sucede generalmente cuando no están preparadas para un éxito repentino, es decir, la estructura moral de su personalidad no es la adecuada o tiene sus puntos flacos. Claro que también en ciertos casos se convierte en una droga que llena algunos vacíos que las personas tenemos, también con desafortunadas consecuencias.

Me complace mucho convivir con personas que saben compartir con uno los premios que la vida ha dado a su trabajo. Es decir, me resulta muy satisfactorio la sencillez con que se dirigen a los demás. Quizás ha escuchado usted a alguien decir “cómo cambia la gente con el dinero”. Pero le aseguro que no siempre sucede así. Y ese es el tipo de personas a las que hay que tener cerca y aprender de ellas. Creo que la principal lección que ellas nos dan es el desapego con el que se conducen, el hecho de que les dé igual moverse un auto de lujo que uno económico, reunirse con personas de todo tipo en diversos ambientes, y que queda claro que no tienen que presumir sus logros a los cuatro vientos para sentirse satisfechos o felices.

Usted sabe que hay ricos pobres y pobres ricos. Todo está en ese desapego de las cosas materiales que se tengan. Sean pocas o muchas.

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